Ediciones Té de Boldo


“Hoy no tenemos nada por revelar.
No se trata de descubrir sino de inventar”.
Bifo Berardi

Hay una pregunta que sigue insistiendo, muta, se mueve, pero sigue ahí. Como dice Bergliaffa, “¿Cómo poner en marcha espacios/relaciones donde no se produzcan normas?”. ¿Cómo sostener espacios de vida vivible? ¿Cómo dar lugar a lo nuevo?

Podríamos pensar que estas preguntas son valiosas sobre todo cuando tu mundo se está viniendo abajo, pero me parece que tienen igual o mayor importancia cuando permanece igual. Deligny decía: “Yo siempre funcioné mejor en las guerras…”. Tosquelles insiste con que en el campo de refugiados pudo practicar la mejor psiquiatría.

¿Qué tipo de preguntas y respuestas ponemos ahí cuando nuestro mundo se está derrumbando?

Una vez, en Francia, en La Borde, una de las cosas que se me venían a la cabeza era: “¿Cómo puede ser que con las condiciones para llevar adelante proyectos que en Córdoba serían inimaginables, en Europa no puedan arrancar?”.

En una de las visitas a la clínica nos dijeron: “La Borde hoy no sería posible”. Me impactó, pero de alguna manera me permitió poner en contraste la experiencia que estábamos haciendo por allí. Porque La Borde nunca fue posible, no es posible más que si se la considera posible, y si, para eso se la puede poner en contexto, en relación a los entornos y las luchas que surjan en ese espacio/tiempo.

¿Qué espacios son posibles hoy?

¿Qué puntos de encuentro posible puede haber entre las preguntas de Anna Tsing y las de la psicoterapia institucional? Anna nos habla de la importancia del relato de historias, del storytelling, de la necesidad de encontrar otros modos de contar historias.

Si no encontramos (o damos lugar) a otros modos, estamos fritos.

Escuchando a Bifo decir: “Estaba desarrollando una actitud muy pasoliniana”, pensaba en los devenires reaccionarios y en la depresión.

Ante todo, no volverse reaccionario.

Y también recordar, que la potencia de acompañamiento de un loco excede por mucho la que podamos tener algunos de los que recibimos una paga por eso. Pero resulta difícil hablar de algunas cosas, entre ellas, sobre lo económico. Y como insistía Manuel después de haber leído Tres problemas de grupo: “Lo económico es, a fin de cuentas, el resorte mismo de la subjetividad”.

¿Qué relación establecemos con la salud mental? ¿Y con la discapacidad? A veces pienso que la salud mental nos conviene. ¿Qué lugar para la locura? ¿Qué relación hay entre lo que pasa en el encuentro con un loco y el hecho de que nosotros cobramos dinero por eso? El poder psi…

En los clubes hay vida.

¿Quién acompaña a quién? O como dice un cantor “¿A quién le hace mejor que yo te quiera, a mí o a vos?”.

Revisar la importancia de las revoluciones que no fueron, los trazos, las huellas. Y que no queden afuera ni los monstruos, ni los fantasmas. La subyacencia. Y Perceval, siempre Perceval.

¿Qué leemos en experiencias como las de La Borde, Tosquelles o Deligny?

“Jugar con la lengua” decía Palombo, “inventar palabras”, también. Cuando escucho a Deligny decir que lo que él ponía en marcha eran tentativas y no instituciones pensaba en eso…

“Rechaza a los que vienen a ofrecerse, no vayas a buscar a los que se alejan de ti, y cuenta a los que quedan. Si hay uno sólo, comienza con ese”, decía en semillas de crápula.

La importancia del noticing, del darnos cuenta, del prestar atención. No podríamos vivir sin bacterias. Romper con la idea de sujeto moderno. A fin de cuentas, ¿quiénes serían los que quedan?

Primero la relación y después los términos, insiste e insiste Pedro. Ir hasta la física cuántica. Ir a ver más allá del lenguaje cuando la cosa no pasa por ahí. MAMAMAMAMAMMAMAMA no es mamá. Qué tipo de tentativas podríamos notar y que otras podrían brotar si nos abriéramos a eso.

¿Se trata de normalizar? ¿Se trata de que la sociedad acepte algo? ¿Cúal será la relación entre discapacidad y locura? Te doy un loco y devolveme un disca. Ese parece ser el convenio entre algunos establecimientos y el Estado. Hay que diferenciar establecimiento e institución, insiste Oury.

Orgullo loco, orgullo disca, leer siempre a Leonor Silvestri, y nada de nosotres sin nosotres. Meter locura a lo cuir. ¿Pasti si o pasti no? Habrá que escucharles a elles. Agonie autie con su stimming y otres. Para eso vamos a tener que preguntarnos por nuestras posibilidades de memar. “¿Sabe la izquierda memar?”

¿Y los psiquiatras qué onda? Hace unos años nos invitaron a un congreso de psiquiatras de Córdoba a contar algo de lo que hacíamos. En la sala eran todos psicólogos y trabajadores sociales, pero ningún psiquiatra. O sí, pero era el que nos había invitado y él también participaba de la mesa. Al lado un auditorio repleto de psiquiatras escuchando al ministro de salud. Qué fortuna… era surrealista. Nosotros contándonos entre los mismos nuestras historias y relatos por enésima vez y al lado horneando la torta. ¿Quién la corta?

“Los jerarcas hablan de jerarquía”. Entonces, ¿hay que entrar ahí? ¿estamos fuera? Afuera no hay nadie, agita Bifo. La ambigüedad en el encuentro.

The darkest place is under the lamp.

No existimos más que haciendo existir. Es un problema político. El problema es el de existir realmente.

Luchar contra una segregación, la del hospital frente a la sociedad, pero sobre todo respecto de la segregación interior.

Crear ocasiones.

Tamizar la jerarquía, hacerla más fina y mucho más múltiple. Hacerla pasar por estratos mucho más colectivos.

“Vos estás ahí y yo estoy acá”, me dijo el único Bidente en el que creo. Rosales querido. “Tomamos del mismo vino pero no bebemos de la misma copa”, me dijo Juan. “¿Viste qué bien que te está yendo desde que estamos trabajando juntes?”, le dijo Fernando a Flor. En el capítulo 9 de la temporada 30 de Los Simpsons hay un psicólogo genial. Con Flor no parábamos de reír.

Estar atentos frente a todos los factores de culpabilización, estar alertas a todo lo que bloquea los procesos de transformación del campo subjetivo.

“Cuando tomamos a cargo a alguien lo hacemos por una duración ilimitada”, nos dice Oury.

“No estoy interesado en que la gente me siga. Lo que intento es hacer escuchar o hacer ver que una tentativa es posible. Esto tampoco es un movimiento, yo no creé un movimiento, que es ya una forma de institución. En cambio una tentativa es un hecho político que no fue descripto o quizás no fue percibido pero que tuvo lugar en otros momentos, pero sí ahora y deviene el momento de las tentativas… Pero tampoco me hago muchas ilusiones, ya que me doy cuenta del lugar privilegiado en el que me encuentro, de los ecos que yo pueda tener… Veo cómo hay algunos que les cuesta sostenerse, no es fácil, un gran número se dejan dar vuelta, entran el modo de las instituciones (No es tan fácil mantenerse fuera). Pero algunas se sostendrán, no se trata de cantidad”, dice Deligny.

Sonia nos contaba de Vis à Vie, y nos hablaba de la posibilidad de que no pudieran sostenerlo más debido a las decisiones administrativas y de gestión de nuevos burócratas. Nos decía: “Este proyecto puede sostenerse en ciertas condiciones, con ciertos márgenes de acción”.

¿Y acá?

¿Cómo vivimos, sentimos, los procesos de apertura y cierre de las instituciones que conocemos?

¿Qué estamos dispuestos a hacer para que continúen? ¿Pueden continuar? ¿Es el mismo mundo en el que se crearon cuando se pusieron en marcha?

A veces tengo la sensación de que son una picadora de carne. Una máquina de hacer chorizos. Aprietan tanto los cuerpos ahí dentro con tal de que la institución no cambie que hay que ver quiénes revientan. Al reviente de los locos parecemos acostumbrados, que revienten nomás. ¿Y al nuestro? Miren que hay en nosotros el registro de esas experiencias.

Llevate tu malestar a otro lado, me dijeron dos veces en distintas instituciones. Hasta ahí duró la tentativa. De una tengo una carta documento que dice “Malestar institucional”, de la otra, nada.

Siempre tengo presente un conversatorio en Delmar, con Manuel Rodriguez, donde se hablaba de cómo el Estado presiona, ahorca los proyectos, a las tentativas, a acomodarse a sus normas y no suelta la plata hasta que eso no pasa. Me acuerdo de pensar ese día: ¿Por qué si ya sabemos eso seguimos intentando obtener reconocimiento, validación y pago?

¿Se paga solo con plata? No sólo en un análisis sino también en un loquero u otras relaciones.

Mejor no hablar de ciertas cosas.

Una vez que aparece la plata las tentativas se fijan. Se institucionalizan. Se enquistan. Rol y función pongamos que se cuestionan pero el estatus no se toca. Acá el que manda es fulanito. Cosme Fulanito. Y eso se nota también en la cuenta de banco. Si es que tenés una… Caló bastante hondo lo de que el psicoanálisis no es trabajo con el modelo neoliberal.

“¿Quién está más loco, el que se cree Napoleón o el que se cree director?”.

El que paga y el que no. “Es más honesto decir pagante y pagado”, insiste el viejo Oury. Pero una vez que pago ¿Desaparece la jerarquía? Estás muy de izquierda dijo Mirta una vez y se volvió un meme. Hay una anécdota de un analizante de Tosquelles que se estaba quejando de Oury en su sesión. Luego de interrumpirlo, y de estar 45 minutos defendiendo a su amigo, Tosquelles le dice: “¿Cuánto le debo por esta sesión?”.

Soy de verdad hasta cuando miento canta Tego Calderón.

También me acuerdo de las miles de charlas con el Manu. Irmao querido. Imposible no pensar en él cuando se anda en bicicleta. Ciclista y militante como hay pocos. Una vez nos reunimos en una clínica la gente que lo queremos y los de la clínica pensaban que estaba uno de los Rolling Stones. No entendían qué pasaba.

El Manu y sus huellas. El Manu convidando, convidando mucho amor a los locos, a los parias, a lo precario, a la mínima cosa. A ese lapacho amarillo frente a lo del juez. Tipo quilombero, de reunión de negros, de encuentro. Las tardes en la sala del PI con el 147 desarmado y con la hermenéutica para todos lados. Y el negro, el pablin, la vane, el leonel y tantos otros. Y ¿A qué hora pasa el tren?

Pensar que a veces lo confunden con otro que se llama igual. El agua y el aceite. Stop making sense.

Una vez quise estar dentro de una casa de juegos, y llenarla de juguetes compartidos. El viejo Ordoñez nos hizo entrar en otras dimensiones, sobre todo, las descosidas. El hombre frontón, le tirás una y te devuelve diez. Como Maradona. Nunca pero nunca dejó a nadie afuera. Una mente surrealista.

Y a la casa le decía bunker, capaz debería haber dicho trinchera. Maldito Flanders.

Y la sabiduría del gato. Entrar a un lugar y saber por dónde pirarse si hace falta. ¿La bolsa o la vida? De una la vida, pero devolvé la bolsa. “Mejor vivir de rodillas que morir de pie", agita Amador.

Hay que entrar pero también saber salir. Lo que aparece en la retirada. Presente no es su conjugación.

“Mi nombre no vale nada y mi firma tampoco”, otra más de peluca que me acompaña siempre. Recuerdos construidos. ¿Hay alguno que no? Hasta en Black Mirror, con camarita y todo. Pésimo control remoto.

¿Te permite mover o te deja pasmado? Anna y Bifo, hermosuras. Agua en el desierto. Compañeres de viaje. El valor y la importancia de la amistad. Tejer el mundo con otro. Esos amigos que se conocen de repente, como los chicos, un relámpago, martillazo en el mármol. Tyché. No pasa seguido, insiste Oury.

Y amigos con los que no te conocés. Todos esos que acompañan una cotidianeidad. Los que comparten, aún en la espera. Mario y la diferencia entre la espera y la esperanza. Oury y la abwarten y la erwarten. La potencia que tiene el encuentro de perdedores hermosos para armarse una vida. Hay que ver Elling cada vez que se pueda.

Otra cosa distinta a las relaciones sin cortesía, sin el conocimiento de la ambigüedad en condiciones de empatía, de solidaridad. Bifo habla de la cortesía, y me hace pensar en la gentileza como la hace aparecer Oury. Revisar Max Scheler y ver la diferencia entre empatía y simpatía.

El aburrimiento se comparte, dice Oury en varios lados y Bifo se pregunta si la vida puede ser un volver al aburrimiento.

¿Qué tendrá eso que ver con el auto-rewilding? AHREsalvajarse. Ir más lento. ¿El contra-rollo?

No confundir las dos alienaciones. No confundir la precariedad con lo precario. Pienso ahora en relación a la importancia de lo precario de roles, funciones y estatus en ciertos procesos colectivos, en relación al contacto con otro, y la diferencia en relación a la precariedad como la trae Bifo, respecto del trabajo y las condiciones de vida. ¿Se puede pensar y sentir igual esta diferencia a ambos lados del charco?

Sonia no entendía nuestra sonrisa. O más bien, ella que conoce Córdoba, nos preguntaba, se preguntaba: “¿Qué les gusta de acá si está todo muerto, viejo? Acá no hay nadie”, nos decía. Nosotras fuimos a poner el cuerpo en el paisaje.

“Unir a los ingenieros y los poetas”, dice Bifo, y para eso el psicoanalista como agitador político. Unir la matemática aplicada a lo social y a la poesía.

Vacuolas de insolvencia para Anna, parches de incoherencia para Bifo. Espacios para respirar y florecer.

¿Y el orgullo loco? ¿Y el orgullo disca? Algo distinto a las agrupaciones de usuarios de salud mental. Ni que hablar de las convergencias patronales onegeistas. PUAJ.

Luchar desde el orgullo, no desde el CIStema de salud, no desde la defensa corporativista institucional. Dejar de pararse desde el capacitismo, de la inclusión, la aceptación, etc, y empezar a habitar el mundo y los espacios, y llevar las discusiones que hagan falta, desde otro lugar.

Escuchar a Sunaura Taylor, a los cripis… Ni hablar de Dora, con su belleza y su fuerza. ¿Qué instituciones podrían aparecer?

“Nosotros que hablamos somos los sujetos de un inmenso imperio, del imperio que el lenguaje tiene sobre cada uno de nosotros… Aquí vivimos cerca de niños que manifiestamente no tienen el uso de este lenguaje que nos hace lo que somos y que digamos, nos especifica. La distancia entre nuestro punto de vista y el punto de ver de un niño autista es ENORME. Ese punto de ver determina un universo donde UNO no existe. Si nos obstinamos con lo que pasa por hacer signos, es decir, en que ellos respondan, paradójicamente es tratarlos como animales. Porque un animar familiar comprende una parte de lenguaje sorprendente, si nosotros nos quedamos ciegos, si nos quedamos en nuestro rincón de sujetos tratándolo como tal, a priori no vamos a buscar en otra parte lo que verdaderamente puede permitirle existir, innovar. Lo aplastamos, es como si el signo fuese poder dominante, exclusivo. Obstinarse en pensar qué comprende la palabra en tanto que palabra, nos impide eventualmente el poder ayudarlo a pasar por otra parte. Sea de autismo o de otra cosa, siempre es el entorno lo que está interrogado. Modificando las condiciones de existencia del niño y su entorno, una historia puede comenzar. Creo que nuestro rol está ahí y además es todo”, nos insiste Deligny. Para Oury es importante definir, no la decisión en tanto que tal, aún cuando sea necesario retomarla,sino definir sobre qué escena, en qué espacio debemos intentar comprender las cosas. Dicho de otro modo, definir cada vez el lugar.

¿Y los diagnósticos?

Deligny dice que no ve para qué sirven, salvo que sea para distribuir a las personas en los lugares que se creen convenientes para ellas. En la Grand Cordée era habitual que cuando alguien llegaba, ya tenía una historia bastante nutrida y le parecía importante que cuando llegaba, sea con la asistente social o quien fuera, junto a sus informes, tirarlos al fuego de la chimenea. Era mejor empezar tabula rasa. “Para nosotros lo que había ahí dentro no quería decir nada. Si uno dijera que ese individuo es incurable en las circunstancias en las cuales se lo va a colocar, yo no tendría nada que decir. Pero siempre falta una mitad de la frase. No es verdad que sea incurable en sí. Una parte del diagnóstico implica la ubicación. ÉL me da igual. El sujeto… Lo que sea que le pasó. Los síntomas aparentes. Para nosotros nunca se trató de ÉL sino de nosotros. Hicimos bascular eso por ahí. No es por ÉL que eso pasa. Si un circuito se ha roto en alguna parte siempre es en nosotros que se rompió”.

Oury dice que lo que es dominante en el trabajo psiquiátrico en sentido amplio, en el abordaje psicoterapéutico de alguien, es poder intentar precisar con quién se está tratando. A quién le hablamos y cómo hablar. Dice: “Siempre mantuve que la mayor dignidad que se puede tener respecto de alguien, es hacer un diagnóstico. Dicho de otro modo, aún en el encuentro hay subyacencia más o menos explícita, una especie de ‘diagnóstico de personalidad’, lo cual es algo que a menudo requiere mucho tiempo, esfuerzo y desciframiento de qué es lo que está en cuestión en el encuentro”.

No es en el sujeto, no es en el niño. No es ahí donde buscaba Deligny. Buscar como una de las maneras más simples de definir una tentativa, que no tiene nada que ver con una cura, con un tratamiento. Es la búsqueda constante de circunstancias que podrían permitir… Permitir no es dar permiso agita Deligny. Permitir es dar los medios. No es decir: “Sí, puedes” Sino: ¿Qué en las circunstancias puede permitir a un individuo existir? Mejor que las redes tengan una gama bastante diversa de circunstancias.

Para Bifo el paso de la posibilidad a la existencia real implica un estrechamiento del campo ontológico: sólo una pequeña parte de los acontecimientos posibles habrá de emerger del magma de la posibilidad, que no es infinito pero sí multidimensional. A esto Guattari le llama caosmosis. Del magma de la posibilidad surge un orden provisional, y éste excluye otros conjuntos posibles. Para que una posibilidad pueda actualizarse hace falta potencia de liberación. La potencia le permite al sujeto desplegar la posibilidad inscripta en su composición, organizar el cuerpo sin órganos.

Ir hacia lo nuevo dentro de las circunstancias, jamás en lo recíproco, de persona a persona dice Deligny. Y esto me hace acordar a Marie Depussé que dice que “Oury prefiere la palabra connivencia a “complicidad”. La complicidad es más teatral, supone la entrada en escena de personajes conscientes, constituidos. La connivencia es como el movimiento de pestañas de una institución. Es próxima a otra palabra, el “asentimiento”, que se opone al “reconocimiento”. No podemos “reconocer” el sufrimiento de un esquizofrénico. Eso sería innoble. Podemos solamente hacerle un signo muy ligero que no lo confirme en su sufrimiento, pero que lo sostenga un poco”.

¿Y con los viejos qué? ¿Con los locos sí, con los viejos no? Ver una y otra vez Gerontophilia, La fiesta de despedida y tantas otras. ¿Por qué será que no armamos espacios con viejos? De las tantas cosas que me aporta la ventana de Flor. Me parece que tiene que ver menos con la muerte que con el cuerpo, el pis, la caca, los olores y los pliegues de la piel. LO INDESEABLE. ¿Indeseable? Hay normópatas que no experimentarán nunca otro tipo de locura, pero salvo que les llegue primero la muerte, al cuerpo viejo sí lo van a experimentar. Sunaura y los cripis una vez más. Y los cuerpos a los que se les extrae cosas. O producís o te extraigo. Dice Bifo que la energolatria fundacional de la cultura moderna es inestable, temerosa y reacciona a la defensiva, desplazando la energía del cuerpo hacia la técnica. Los humanos senesteses entregan su energía a la prótesis química o mecánica y confían en el dinero como sustituto del vigor corporal. “Ahora los viejos pagan la escolarización de los nietos y entonces el mercado les comienza a prestar atención. La cultura de la clase dominante atravesada por el mito de la energía. Tenemos que reemplazar el culto a la competencia por un culto a la solidaridad y la cooperación. Amor a lo envejecido, sensual lentitud de aquellos que ya no esperan ningún bien de la vida salvo la sabiduría. La sabiduría de aquellos que han visto demasiado, no olvidan nada pero todavía miran al mundo con inocente curiosidad”.



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