LAS PRIMERAS INSTITUCIONES

DESGARRO EN LOS HERMANOS KARAMAZOV

La falla del mundo, será el fin de este desafío. Desgarro de 1954, desgarro en los hermanos Karamazov. Ruptura total con esta posición familiarista exacerbada que se cristalizaba alrededor de Etienne, el primer gestionario del despacho administrativo.

El debate sobre la Constitución del Año I terminó a golpe de puño en 1954. A decir verdad, la redacción de esta constitución en 1953 era el primer golpe sobre la mesa. Hemos visto que Ginette Michaud evocaba en su tesis la existencia de “dificultades en el seno de la tribu”, en los meses que precederán a la partida de La Source. No conocemos exactamente los términos de esas dificultades, pero es seguro que desde el primer día de funcionamiento de la clínica de La Borde, el 6 de abril de 1953, oposiciones abiertas y brutales se manifestarán en el seno del equipo. En esta situación previsible por anticipado la Constitución del Año I juega, en el espíritu de Odin y Oscar, un doble rol:

Es probable que proposiciones verbales o escritas sobre la psiquiatría, sobre la concepción local de los cuidados a dar a los enfermos mentales, sobre el rol de un equipo terapéutico, etc… hubieran recibido un acuerdo de todos los miembros de la tribu. Aunque a esas concepciones no les faltaba originalidad para la época: establecimiento abierto, diversidad, club de enfermos, terapéutica institucional, equipo terapéutico; no eran ideas practicadas usualmente en el campo psiquiátrico en 1953. Ya habíamos discutido y experimentado esto ampliamente en La Source. La apertura teórica de la menthe à l’eau comprende esos acuerdos, al menos formalmente. La menthe à l’eau lleva otro subtítulo: estatuto de patafísica. Dimensión esencial del humor, de la surrealidad. De la cual es posible siempre evadirse.

Con el proyecto de estatus de 1953 (la Constitución del Año I), lo que es llevado al extremo son las consecuencias prácticas y materiales de esas opciones generales. El equipo no se define más aquí en relación a los enfermos o a la enfermedad, ni en relación a un consenso general; sino que debe definirse por él mismo, renunciando a todas las marcaciones socioeconómicas tradicionales. En la situación del grupo de abril de 1953, los autores de ese proyecto voluntarista no podían esperar más que pruebas de fuerza a la salida todavía incierta. No hay más humor en este nivel. La Constitución es un golpe de fuerza, “es eso o nada”. Golpe de fuerza en el campo de efusión falaz (la aventurada creación de una clínica); golpe de fuerza respecto de los fantasmas familiares, de los cuales cada uno participa en un grado u otro.

Si bien desde los primeros momentos de La Borde se abría la puerta a una producción de tipo familiar, es decir a una producción de plusvalía a repartir en la familia, y a una producción- reproducción de la familia. Más de la mitad de los miembros del grupo gestionario pertenecían por lazos de fraternidad o por alianza a la misma familia. Durante mucho tiempo generó preguntas que los capitales reunidos para la apertura del establecimiento provinieran de la familia, antes de que se impusiera un financiamiento solamente del médico- director. El estatus mismo de la clínica (establecimiento privado, por lo tanto comercial) y el estatuto de Odin (médico liberal) podían consagrar fácilmente una opción familiarista tal. El golpe de fuerza no zanja solamente el campo de ese sistema fantasmático, lo hace también en la distribución “técnica” de los miembros de la familia sobre las tareas. Una lógica “natural” confió en efecto el campo de la economía -casi como una especialidad- a uno de los hermanos, siendo el otro también “naturalmente” el especialista psiquiátrico indiscutible. Al rechazar separar el campo económico del campo terapéutico, el proyecto de estatus se rehúsa a consagrar esta división. No habrá producción dividida de la clínica: producción de cuidados de un lado, producción de plusvalía del otro. No habrá producción asociada de la familia por la gestión del dinero de un lado, y la gestión de cuidados del otro. La producción a la que apunta la Constitución del Año I, es la producción de un grupo terapéutico. Al inicio de 1954, ante la misma pregunta Odin dirá que la clínica no es una fábrica de zapatos, produciendo por un lado un material (el enfermo “readaptado”), y por otra parte un lucro. “Lo que producimos aquí, dice él, es el psychos”. Hoy diríamos: el eros. La tensión de la familia y de las divisiones sociales y técnicas de las tareas. Es también en esto que podíamos subrayar la perspectiva comunitaria contenida en el texto de los proyectos de estatus.

Grupo terapéutico, la expresión es vaga. Desde la perspectiva que acabamos de subrayar, del lado del psychos, del eros, el término se precisa en provecho de la desestabilización de las certidumbres sociales y profesionales. Los elementos teóricos generales que nosotros evocamos (sobre la psiquiatría) son problematizados: son puntos de partida iniciales. El grupo terapéutico no puede tener jerarquizaciones, aislamiento ni especializaciones. Pero, con la extensión dada a la noción de grupo terapéutico, las funciones mismas de la clínica son interrogadas.

La terapéutica institucional, la diversidad en el establecimiento, la organización del club de enfermos; no están planteadas como técnicas puras adaptadas a la finalidad media de un establecimiento psiquiátrico (segregación y readaptación). Lo que proponen los estatus no es solamente la abolición de las divisiones sociales y técnicas en el funcionamiento del establecimiento. Es también una reflexión crítica permanente sobre la función del establecimiento, y eso a partir de la invención misma de nuevas modalidades de funcionamiento. Grupo terapéutico, ¡como un programa de investigación! Lo importante para nosotros es que esta expresión en 1953 es parte de la crítica local de posiciones familiaristas, capitalistas o individualistas.

Con algunas semanas de intervalo, entre el 15 de marzo -fecha de partida de La Source-, y el mes de abril de 1953 –fecha de apertura de la clínica-, dos proyectos fueron redactados. Uno es la Constitución tal como la conocemos, instrumento estratégico y táctico; el otro es un proyecto de organigrama de trabajo, de reparto de sectores de responsabilidad. El interés de este documento es que da la repartición posible de energías sobre la futura clínica.

Esqueleto funcional, que debía poner un nombre enfrente de cada tarea y marcar los blancos (las contrataciones necesarias). Más que definir una estructura general de funcionamiento y de intercambio entre los sectores, ese documento presenta una imagen muy aislada de los diferentes sectores de actividad del futuro establecimiento. Bajo todo punto de vista, contradice el espíritu de la constitución. No en lo que impide la introducción de la polivalencia, en la evaluación colectiva de las tareas, etc.; sino en que respeta de facto las líneas de partición, las zonas de influencias familiares, que los objetivos tácticos de la constitución quieren romper.

No sabemos quién redactó este proyecto de organigrama. Poco importa: se corresponde exactamente a la manera en la cual los puestos de trabajo fueron materialmente ocupados en la apertura de La Borde.

En otros términos, de entrada, un primer compromiso entre las fuerzas en presencia en el seno de la tribu da el modo de organización del colectivo de trabajo en 1953. Es un esquema muy estereotipado, cerrado, carente de flexibilidad y de invención; de cierta manera a contrapié de las proposiciones de la Constitución del Año I. Es quizás, por otra parte, en reacción a esta división “natural” de las tareas y de las personas según sus “competencias iniciales” que fue redactada la Constitución del Año I.

Reproducimos aquí el esquema, ya que enumera los sectores de actividades de la clínica en esa época y que, en abril de 1953, los puestos de trabajo fueron distribuidos según ese modelo.

Para estar completa esta presentación del primer organigrama de trabajo de la clínica son necesarias las siguientes precisiones:

La división de las zonas de influencia no es solamente estructural, es también nominativa- al menos porque podemos representarnos las fuerzas presentes en relación a personas. Enfrente de los principales sectores de actividad hay nombres, cuyos reagrupamientos muestran la configuración de los conflictos por venir. Todo pasa como si se aceptara que lo médico esté separado de lo económico.

Las tres comisiones previstas por la Constitución del Año I y la asamblea del grupo gestionario, son en definitiva las únicas innovaciones aparentes en relación a la organización clásica de un establecimiento psiquiátrico.

En fin, debemos remarcar que la Comisión de Actividades depende de la dirección general: ¿es porque en un esquema tal, que no hace aparecer al grupo de enfermos, no se sabe bien a qué vincularla? ¿O es que de hecho solo el médico director imagina la importancia posible de ese sector? Por su doble articulación con la comisión médica y la comisión de actividades, el director médico se supone en una posición decisiva para el porvenir. Pero en el “texto” de este esquema, esta doble articulación contrasta con el desequilibrio del resto de la línea, más “supervisada” que controlada por la dirección; es el caso en particular de la esfera económica.

Esta es la estructura aceptada, el compromiso imaginado en el momento de la apertura de La Borde, muy provisoriamente. El primer golpe de fuerza de la constitución es transformar este esquema empírico, esquema de compromiso calcado de hecho sobre una estructura hospitalaria tradicional, en otro esquema posible, un esquema a elaborar colectivamente, esquema con otra ambición, ya que no se establece a nivel de la funcionalidad, sino a nivel de grupo. No de un grupo sujeto a sus funciones y a sus imágenes (sobre el trabajo, el dinero, las necesidades sociales, etc.); sino un grupo sujeto a su organización, a su modo de funcionamiento, a su lugar en el campo psiquiátrico y social.

El segundo golpe de fuerza de la constitución, es anunciar: “será eso o nada”. El organigrama efectivo de trabajo en la apertura de la clínica no debe permanecer mucho tiempo establecido como: “yo no quiero”. Es una crítica respecto del compromiso establecido.

RELACIÓN DE FUERZAS Y FUERZAS EN RELACIÓN

Entonces el compromiso evolucionará. En las formas que toma y sobre el fondo de lo que propone, este compromiso es incompatible con los proyectos de Odin. Este compromiso y todos los términos sucesivos que lo formularán, están consagrados al fracaso. Pero se necesitarán muchas pruebas para que finalmente se rompa. Será necesario sobre todo que se pruebe la consistencia de un nuevo agenciamiento de grupo, para que se termine con el “desafío”, con el fantasma fraternal.

Aparentemente, el fin de un compromiso es la victoria de una fuerza sobre la otra, es la instauración de una relación de fuerzas tal que una de ellas es obligada a ceder frente a la otra. Retomada tal cual, esta idea querría que en 1954 sean los “partidarios” de la Constitución del Año I los que la lleven consigo. Cierto, pero la organización de la clínica no se hará en 1954 según el modelo de la Constitución del Año I. ¿Nuevo compromiso? Este tipo de evaluación no tiene ningún interés. La estructura del colectivo será siempre, en una época dada, la marca de un compromiso establecido ahí en ese momento. Si tomamos provisoriamente el concepto de relación de fuerzas, la estructura es el resultado del compromiso entre las fuerzas. La nueva estructura del colectivo en 1954 será aún un compromiso. Pero todas las fuerzas en presencia habrán cambiado en relación a 1953, aún la fuerza aparentemente victoriosa. Quisiéramos aquí presentar ese doble movimiento que, por un lado, de abril del 53 a abril del 54, ve enfrentarse a los clanes en la clínica, al seno del grupo gestionario principalmente; y que ve simultáneamente constituirse – sobre los márgenes de este enfrentamiento- un nuevo agenciamiento de grupo, sobre una nueva fuerza. Por lo tanto entendemos aquí por relaciones de fuerza las relaciones totalizadoras, que distribuyen las personas de la clínica en un clan o en otro, que miden los avances de un clan sobre el otro, que relacionan todos los acontecimientos con esta situación fijada y pretenden reinterpretarlos a la luz de esta situación. Conocemos bien esta pasión que anima ciertas organizaciones, donde los enfrentamientos de las dos tendencias o fracciones constituye lo esencial de la actividad de la organización, que se encierra sobre estos enfrentamientos como si estuvieran investidos pasionalmente.

Quizás en 1953 hubo una pasión por esas relaciones de fuerza “labordianas” entre clanes, para esos compromisos endebles, a la medida de la pasión que sustenta el desafío fraternal, cada uno de los hermanos representando un clan. Pero ese tipo de relaciones fue evidentemente estéril, agotador; no son esas relaciones las que dan la energía de ser creador. También las asambleas generales del grupo gestionario funcionan durante un año como un vasto teatro, una puesta en escena de las tensiones y de los compromisos. Pero a otro nivel dijimos “sobre los márgenes de este enfrentamiento se desarrolla otra fuerza”. Para describirla debemos cambiar de plano, abandonar la totalización tal y como aparece a nivel del grupo gestionario y de sus enfrentamientos y analizar la particularidad de un campo de investimientos libidinales sobre los talleres, el trabajo con los enfermos, etc… En ese pasaje de un plano totalizado a un plano parcial, destotalizado, las personas y las cosas se distribuyen de otra manera. De las divergencias afirmadas a veces teatralmente al seno del grupo gestionario, pasamos a una diferencia absoluta, infinitamente más violenta que el juego de oposiciones contradependientes.

Fuerzas en relación y relación de fuerzas: oponiendo estos términos queremos subrayar el juego que se desarrolla en dos planos, distintos y no extranjeros. Las relaciones de fuerza fijan los grupos, los cuentan: ustedes son cinco, ustedes son minoritarios, ustedes controlan tal sector, etc. En ese nivel el conflicto toma el giro de un conflicto entre dos políticas económicas, una que querría mantener los sistemas organizativos tradicionales de una empresa comercial; y otra que querría abolirlos. Por otra parte, ya dijimos que se mezclan en el conflicto otros asuntos familiares. Es ahí que el movimiento mismo del compromiso produce el territorio y las imágenes de grupos cara a cara: la relación de fuerzas. Pero en esta época en La Borde encontramos otro plano de realidad además de este: aquél de las energías deseantes que inervan la clínica cotidianamente. Sus sectores de cuidado y de actividades. Hay ahí otro campo de fuerzas del cual el modo de existencia no es más la contradependencia, sino la producción de instituciones de la clínica. Lo que es necesario ver es que frecuentemente los mismos individuos son por un lado tomados en el campo estéril de relaciones de fuerza y por otro lado toman parte de toda clase de invenciones locales. El error sería no analizar lo que pasa en la clínica en el 53- 54 más que en función de las relaciones de fuerza. Él hace esto, pero pertenece a tal o cual de los dos clanes. Si ella hace eso, es que… etc. Las relaciones de fuerza invaden todo el campo de la clínica y la fijan, pero en otro nivel otras fuerzas dibujan sus campos de existencia, esos que dominarán luego de la explosión de los compromisos.

Lo que hace que el año 53- 54 esté aparentemente dominado por los tumultos y las riñas del grupo gestionario, con sus oposiciones, sus golpes bajos, sus tiempos de compromiso, sus dificultades materiales también; pero otra zona se desarrolla, no fuera del campo de relación de fuerzas- y no obstante no dentro. La relación de fuerzas tolera un desarrollo relativamente autónomo de las tareas terapéuticas y de animación. Una parte del equipo inicial, alrededor de Odin, y los nuevos miembros del personal curador contratados a lo largo del año, se sumergirán de lleno en estas actividades: la insulina, el club de enfermos, las caminatas, el comité bar, etc. Toda esa red de instituciones nuevas, superficie sobre la cual se agenciará otro dispositivo de grupo.

El teatro de las relaciones de Fuerza

Será doble: las asambleas generales del grupo gestionario y las reuniones de la comisión económica. Unas y otras tienen lugar una vez por mes salvo convocatoria extraordinaria. Hablando de teatro no decimos que en estas reuniones no se haga nada más que una puesta en escena de oposiciones: muchas decisiones muy prácticas fueron tomadas. Pero la lectura de los resúmenes de estas reuniones pone en evidencia el ambiente pesado, violento o disimulado que reina. Es en efecto sobre el terreno de estas apuestas o asuntos económicos y políticos generales que los protagonistas creen poder convencerse mutuamente y tomar decisiones de compromiso.

A lo largo de los primeros meses del año 53 se juega tan bien como mal el juego del centralismo democrático propuesto por la Constitución del Año I, poniendo en cuestión la actitud de tal o cual, o abordando los problemas de fondo. Pero, como frecuentemente en casos parecidos, se habla en términos generales, bastante abstractos. El problema general de la evaluación de salarios se juega también sobre el salario de un tal o de su mujer. La cuestión de la definición de tareas y de sus coeficientes, sobre la negativa de un tal otro de salir de su campo habitual de actividades. Los sabotajes conscientes o inconscientes, sobre la negación a discutir un problema, o sobre los olvidos anecdóticos… es por eso que podemos hablar de un teatro: a pesar del peso de ciertas discusiones los verdaderos problemas se juegan, sino en otra parte, al menos sobreentendidos. Y si Odin hace lo que puede para que se hable un poco seriamente a lo largo de una reunión, los otros le reprochan el tono de sus propuestas: “Una relación moral debería ser liberada de toda pasión. No es necesario emplear palabras tan complicadas. No es necesario hablar de competencia maliciosa, o de oposiciones brutales, eso falsea las discusiones”. Estamos a favor del centralismo democrático, pero entre personas de mundo, es decir entre personas de compromiso.

En efecto, menos de dos meses luego de la apertura de La Borde, todos los síntomas de la crisis se manifiestan en el seno del grupo gestionario: exclusión de un ingeniero consejero por ser demasiado fiel a una orientación individualista y familiarista, renuncias en serie al grupo gestionario, recriminaciones sobre los salarios y sobre sus cotizaciones.

Es la cuestión de los salarios la que tematiza mejor los conflictos. Hay aquellos que quedan pegados a la letra y al espíritu de la constitución según la cual los salarios “oficiales” deben ser lo más bajos posible y ser volcados a la caja común. Los salarios reales efectivamente siendo reevaluados en común. Y está la otra parte: aquellos que de entrada tienen reivindicaciones personales importantes, y que su posición en el corazón de la administración central de la clínica permite prácticamente imponerse. En un momento, esta discusión gira alrededor de un problema importante para toda comunidad de trabajo, las necesidades. ¿Vamos a indexar los salarios efectivamente tocados sobre el trabajo tal como es evaluado en común; o vamos a introducir en esta evaluación un nuevo factor, el de “necesidades”? Nada descalifica a priori tal pregunta. Un solo límite aparece en efecto: entre la masa global de dinero de la cual dispone el colectivo y la manera en la que entiende el reparto entre sus miembros; permanece una pregunta abierta. Las proposiciones de la constitución están estrictamente centradas sobre el trabajo, pero son a discutir. Lo que es necesario notar en este debate, es que los partidarios de la noción de “necesidad” son los mismos que esos que reivindican un salario personal importante, apoyándose con mala fe sobre esta noción de necesidad o sobre la evaluación clásica de puestos de trabajo en las empresas (una secretaria de dirección gana tanto por mes, sobre el mercado de trabajo eso sería una suerte de necesidad social). ¿Es imaginable un protocolo de evaluación colectiva de las “necesidades” individuales? Sería necesario que los soportes de esta noción de necesidad sean colectivizados. Sería necesario acceder en principio a las discusiones en la vida familiar, a sus modalidades particulares- a nivel conyugal, al de los niños, etc.- y al consumo (tiempo libre, beneficios materiales, etc.). La gran proximidad cotidiana de aquellos que viven y trabajan en un mismo lugar –como en La Borde en el 53- podría permitir la invención de modos colectivos de consumo-, para los niños, la vivienda, el transporte. Por el contrario, el ambiente de sospecha, o de suspicacia y de reserva, que caracteriza los circuitos de intercambio (de palabra, de trabajo, etc.); parece impedir en 1953 el acceso a tales zonas tradicionalmente privadas. Subrayamos a propósito de la Constitución del Año I el hecho de que la organización comunitaria que proponía se fundaba exclusivamente sobre el trabajo y los salarios, no sobre los modos de vida y de consumo. A lo largo de las discusiones del grupo gestionario, la introducción de la noción de necesidades no aparece como una generalización de la problemática comunitaria sino como un sabotaje, ya que se trata en efecto de un refuerzo de las posiciones (y de los salarios) individuales.

Finalmente, luego de tales discusiones, a lo largo del otoño del 53, se hacen acuerdos en La Borde sobre el salario de cada uno. El organigrama dibujado y su jerarquía implícita son respetados. Cada uno tiene su salario en función de un coeficiente provisoriamente establecido, esperando, al menos en el espíritu de Odin, que las comisiones y asambleas generales procedan a una reevaluación colectiva de los coeficientes de responsabilidad económica y terapéutica. Pero, precisamente sobre el teatro de relaciones de fuerza, ese trabajo de crítica de las posiciones de cada uno en la organización del trabajo no se podrá hacer jamás. Los salarios quedarán individualizados y jerarquizados. Ese es, quizás, el símbolo del entierro de la Constitución del Año I. Será necesario esperar largos años antes de que se toquen esos salarios.

La puesta en marcha de la clínica

La penuria del dinero, la precariedad del futuro, tal como se esboza en esos primeros meses de funcionamiento, alimentan las divergencias y la ansiedad sobre la política salarial. Ahí donde la constitución contempla que los miembros del grupo gestionario evalúen sus salarios en función de la masa de dinero disponible una vez deducidas las cargas inherentes a la existencia y al funcionamiento del establecimiento, las masas de dinero circulantes son en realidad tan débiles que el problema se plantea apenas formalmente. Lo mismo Eugéne Odin, luego de haber renunciado a crear una asociación según la ley 1901 (un mal consejo jurídico que le decía que no es posible armar una clínica bajo ese régimen), en ese momento debe renunciar a crear una sociedad de participación con los aportes de los asalariados de la empresa ya que los salarios son demasiado bajos para eso. ¡Será 18 años más tarde que aparecerá de nuevo la cuestión de hacer vivir la clínica bajo el régimen de la ley 1901 (luego de la aparición de la ley hospitalaria de 1971)! La veleidad de no hacer vivir la casa según un régimen privado se choca con la ausencia de dinero, como también choca con las divergencias políticas familiares que expusimos. Por tanto es bajo el régimen de la propiedad personal que se abre la clínica gracias a préstamos e hipotecas.

Desde la apertura, La Borde solicita ser una clínica agregada a la seguridad social, escapando así al estatuto de clínica de lujo. El convenio obtenido en junio -luego de las dificultades poco explicables y del bajo equipamiento en camas del departamento- vale para 29 camas. Ya hay 30 enfermos hospitalizados.

Al mismo tiempo, se hacen trámites con la Ayuda Médica Gratuita de la SNCF, con los veteranos de guerra, etc.; para firmar convenios y permitir a los enfermos de todas las categorías sociales ser hospitalizados sin costo en La Borde.

Es así que Odin pudo continuar con el pleno desarrollo de la política esbozada en La Source sobre el departamento. Esta política no se refutará jamás: ayuda a la apertura de nuevos establecimientos, participación en los dispensarios departamentales, apertura de casas de post cura, etc.; podrían apoyarse a partir de ahora sobre la clínica de La Borde. Por estas actividades se encuentra efectivamente descalificada una política familiarista de provecho. ¡La Borde no funcionará como una fábrica de zapatos!

Al ser comprado, el castillo de La Borde se presenta en condiciones muy precarias. Una planta baja y un solo piso habitable en donde serán creadas las piezas de los enfermos y los domicilios para los miembros del personal, y alrededor del castillo algunas edificaciones en ruinas –los comunes- donde van a ser alojados otros miembros del personal luego de trabajos efectuados por miembros del equipo. Todo alrededor de un inmenso parque y una calidez apreciable… Sin muros.

Pero el aislamiento es muy grande: el pueblo más cercano está a 4 km, la ciudad a 13; no obstante en sus inicios el equipo no posee más que dos autos privados altamente insuficientes para el desplazamiento de los enfermos y de los monitores.

Imposible, no obstante, comprar vehículos. La pobreza en material es tal que debe tener prioridad absoluta: material de cocina, de enfermería, material para los talleres y la vida cotidiana. Es ahí que las comisiones deben llenar sus oficinas, y lo harán relativamente bien. Una vez propuestas por los monitores de cada una de ellas, al inicio las compras son decididas y efectuadas por la comisión económica; hasta que en diciembre del 53, sea propuesto descentralizar al máximo las funciones de la comisión económica. Proposición sin duda facilitada por los cimientos materiales más sólidos de la clínica, pero veremos que ante todo es una proposición política.

La puesta en marcha de La Borde será al fin por el contrato escalonado en una decena de meses de una decena de personas, cocineros, personal de limpieza, jardinero, monitora, guardias nocturnas y un médico que se adjuntarán al equipo inicial (la tribu de 8 personas que había emigrado de La Source). Esta política de contratación, bastante anárquica, traduce bien el espíritu de compromiso que reina en diciembre del 53. Se contrata un cuñado cocinero y a la cuñada para la limpieza. El resto del personal se divide en dos: el personal de servicio, que se limita a sus tareas viniendo solo a la clínica para el trabajo; y el nuevo personal médico o curador, que solo se integrará verdaderamente en el proceso de liquidación de la hermandad. Para los primeros, ninguna reunión, ningún estatuto en el grupo terapéutico. En cuanto a los segundos, participarán en las asambleas generales de grupo (que se llama cada vez menos gestionario a partir de octubre). Renunciamiento a los estatus, ya que el punto clave de los salarios evaluados colectivamente, no es aplicado. Es sobre todo en las comisiones donde encontraremos el peso de esos nuevos contratados.

El desarrollo de las actividades

Vimos que la asamblea general del grupo gestionario y las reuniones de comisión estaban relativamente fijadas por las relaciones de fuerza. En un sentido, los principales instrumentos que se había dado al grupo para animar la clínica eran carentes. En lugar de animar, de producir el grupo, eran el símbolo más reductor, neutralizando las fuerzas y agotándolas en perpetuos compromisos.

Es en otro campo que se constituye verdaderamente el “grupo”: por el trabajo con los enfermos y por todas las preguntas que plantea. A las instancias centrales y totalizantes previstas por la constitución se superponen otras instancias –eso que llamaremos a partir de ahora instituciones. Son “organismos de mediación”, abiertos, que tienen la posibilidad de no estar directamente tomados sobre los objetos conflictivos. En realidad es ahí que se teje la verdadera trama del grupo labordiano, así se crean en los primeros meses el club de enfermos, el comité del club, las reuniones de historia clínica, las veladas del club, el comité menú; al mismo tiempo, la comisión médica adquiere por su modo de trabajo un estatuto equivalente de institución y no ya de reunión central, entendida como lugar de reparto de poder y lugar de compromiso. Es en la proliferación de esas instituciones que se constituye el verdadero colectivo de trabajo. El investimiento de estas instituciones, y del tipo de actividades que ellas comportan, reagencia personas y relaciones interpersonales –y descalifica una de las dos partes de la relación de fuerzas. En un sentido, un nuevo poder se constituye ahí, no en las visiones que tiene sobre el poder, sino en lo que es potencia deseante sobre un cierto tipo de trabajo, sobre un modo de existencia en una clínica.

Ninguna de esas instituciones entonces creadas representa “valor en sí” propiamente dicho, una técnica bien adaptada a la cura y a la constitución de un colectivo de trabajo. Es en la red de intercambios que ponen en vigor, y en la dinámica de esa red, que juegan las nuevas relaciones; al menos tal como se lo formuló en esa época. Para aclarar lo expuesto presentaremos una por una esas “instituciones” de 1953-54, presentando una por una las tareas cotidianas de la clínica y el modo de trabajo adoptado.

La comisión médica

Lo esencial de la distribución de tareas y de su organización, se hace en la comisión médica; esta función –ligada al objeto mismo de la clínica-, materialmente muy importante, toca a más de la mitad del personal de la clínica. Es en efecto ahí que se reparten las tareas de cuidado, de enfermería, de guardia nocturna, de supervisión, etc. Uno de los objetivos reconocidos de la comisión médica es, por otra parte, que la totalidad de los miembros del personal participe en las tareas de cuidado.

Numerosas ideas generales (directrices) se elaboran en esta comisión:

Un programa de “aculturación” psiquiátrica es puesto en marcha, comprendiendo en particular la apertura de una biblioteca psiquiátrica y sobre todo la instauración de una reunión sobre las historias clínicas de los enfermos hospitalizados, reunión semanal abierta a todo el personal.

Esas ideas, relativamente originales para la época, no son absolutamente nuevas. La experiencia de Saint Alban y de La Source, tanto como marcaciones doctrinales, las sustentan. Pero lo esencial es que estas ideas son reelaboradas de manera colectiva a lo largo de los primeros meses de trabajo, a partir de las primeras experiencias y de los primeros problemas que plantean los cuidados.

En la comisión se discuten tanto los roles como las tareas de cada uno. Ya que al inicio existe una distinción entre “enfermera curadora” y “enfermera supervisora”, ¿qué representa de hecho? Nada, una vez que se inicia el proceso de trabajo y de formación colectiva. ¿Quién se ocupará de la farmacia? Un médico para la elección de las recetas, los enfermeros responsables de las curas de insulina, ya que el stock de la farmacia se encuentra en la sala en donde se hacen las curas.

En la comisión médica, en fin, se elabora para los permisos semanales (un día por semana en 1953), la tabla de horarios cotidianos: una persona debe comenzar a las 6 30 para las curas de insulina, otras dos deben llegar a las 8 30 para la enfermería, los otros llegan a las 9. Durante la jornada, las horas de reposo deben estar repartidas de tal manera que no haya ausencia simultánea en la clínica. En fin, todo el mundo se va a las 21 hs, salvo la persona que estará el día siguiente para la insulina a las 6:30 que se va más temprano, a las 17:30. A las 21 hs, es la guarda nocturna la que comienza su servicio durante toda la noche: de 21 a 9 hs de la mañana. En el cuadro de esas dos tablas de empleo del tiempo, se negocian las disposiciones y se organizan los reemplazos (para los descansos de la guarda nocturna, las enfermedades, o las tareas excepcionales).

Imposible describir esos horarios sin tomar nota de lo que recubren: los “imperativos” técnicos están, en efecto, enteramente recubiertos por la calidad específica conferida a cada tarea. De esta manera, participar al levantar o al acostar a los enfermos, deber estar presente durante 12 horas (con un corte para el almuerzo, y otro corte de 2 horas durante la jornada), es poder participar en los trabajos de enfermería y de cuidados –medicamentos, inyecciones, cuidados corporales, etc.-, luego participar en las reuniones, en fin, tomar a cargo un taller de dibujo, de impresión, de cestería.

Nada en el empleo del tiempo del personal curador induce a una especialización sobre las enfermerías o los talleres. Tampoco nada impide participar en las reuniones. Cuando se conocen los aislamientos y las “imposibilidades” que introduce en el hospital el sistema de equipos de día y de noche, esta flexibilidad es de hecho remarcable. Se objetará que ésta se paga, en consecuencia, con una coerción importante: la presencia de 12 horas de corrido en los lugares de trabajo (aún con una pausa difícilmente utilizable). Pero esta presencia es causa del carácter militante que está incluido en el espíritu de la constitución. Si uno está ahí, no es para ganarse tranquilamente la vida, haciendo honestamente su laburo, sin más… Por lo tanto, un cierto tipo de presencia requerido en la jornada está ligado a una apertura del estatus profesional: todas las personas afectadas al cuidado están también afectadas en las tareas de actividades. La Constitución del Año I preveía que, de mes a mes, los miembros del grupo gestionario pasarían de una tarea a la otra tanto como fuese posible. La Constitución del Año I no es aplicada, los efectivos fijados a la comisión médica permanecen bastante estables. Pero los enfermeros son también monitores, y es por ahí que se reintroduce en la clínica una parte de la polivalencia de técnicas y de responsabilidades anheladas por la constitución.

En el conjunto de estas actividades “médicas”, la insulina era en el 53 un organizador mayor. No en tanto que técnica psiquiátrica particular, sino en tanto que equipo. Todas las entrevistas consagran a este periodo como “la edad de oro de la insulina” (es necesario entenderlo como “trabajo en las curas de insulina”). En general en La Borde las curas de insulina –las hay todavía hoy- son hechas para un grupo de 5 a 7 enfermos. Las curas duran de dos a tres meses. A las 6 30 hs una inyección de insulina es hecha a los enfermos, sumergiéndolos en un coma hipoglucémico. La vigilia de los comas y de los despertares exige una importante presencia y una cierta competencia técnica. Pero es sobre todo luego, al despertar, con los cuidados corporales, los desayunos –muy copioso por necesidad-, las discusiones y la vida de ese grupo de enfermos durante la jornada; que es posible llevar adelante un trabajo psicoterapéutico de grupo. Se entablan relaciones transferenciales, que no conciernen solamente a las relaciones duales médico enfermo sino a todo el equipo de cuidados. El importante investimento que necesita un trabajo tal, el estrecho contacto con los enfermos, la duración de la cura y, por consecuencia, del equipo a cargo de la insulina; han sido constantes desde hace 25 años, circunstancias características del trabajo con la insulina. Numerosos equipos, numerosos grupos de enfermos/ monitores, se fueron sucediendo, frecuentemente con un dinamismo y originalidad remarcables. Es posible pensar que el prototipo de esas curas ha sido dado por el primer equipo de insulina. Eso no es suficiente para explicar los recuerdos memorables que dejó este equipo en 1953. La edad de oro de la insulina es, sin duda, debido a las cualidades particulares de aquellos que se ocupaban de eso por entonces. Nosotros emitimos como hipótesis que la importancia “histórica” de este equipo reposa sobre dos razones suplementarias:

A través de la cuestión de la vigilancia de los almuerzos, vemos mejor cuáles son las funciones reales de la comisión médica en el 53: es en el seno de esas reuniones que se hace la parte esencial de la organización del trabajo labordiano. La comisión no tiene un jefe de personal; nada en sus funciones iniciales la destina a ser el organizador del trabajo de la clínica. Pero es en tanto que ésta y, sobre todo, los objetos y el equipo de trabajo, son investidos; que la comisión puede devenir ese pivote animador- organizador. La comisión médica, y no la asamblea general del grupo gestionario, fue en 1953 uno de los primeros eslabones de la institucionalización del colectivo.

El club de La Borde

En los días siguientes a la apertura de la clínica fue creado el Club. Esta celeridad habla de la importancia que Odin podía ligar a esta institución. Ginette Michaud expone muy bien en su tesis las ideas de base que podían presidir en la época a la creación del Club. No podemos aquí más que citar un largo pasaje.

¿Qué es un Club? Es ante todo un lugar a donde una va. No es una asociación de individuos con intención de alguna cosa, si esta forma de asociación se llama club en la sociedad, es que ella está ligada a la frecuentación a un local con gente que va ahí por la misma cosa que una.

Puede ser un club de deportes, de juego, de otra cosa o de nada del todo. El club de nada del todo siendo el club por excelencia donde una no va con el objetivo de hacer una cosa bien definida, salvo que eso sea la simple frecuentación de otro en un lugar en donde una está segura de encontrarlo.

Concebimos que en un hospital psiquiátrico hecho para resocializar al enfermo, como es corriente decirlo, hemos pensado en crear esta organización privilegiada.

Que el club debe estar adaptado a aquellos que están destinados a frecuentarlo, eso parece tanto más evidente ya que son ellos los que le darán su forma (…)

Cuando una mujer de Trobriand quiere hablar con los demás, toma su jarra y va al pozo.

Desde que un hombre BORORO quiere hablarle a otros, él va a la casa de otros.

Para el paisano de hace un siglo, el lavadero.

Para el francés actual, el café. Cada sitio tiene su lugar privilegiado en donde una intercambia conversaciones o dinero, una partida de Belote, una ronda.

El primer gesto del doctor Odin (…) fue buscar un lugar con sillas y una mesa para vender jabones o lapiceras, jugar a las cartas o leer historietas. Organizando el Club no había más que seguir el ejemplo de Makarenko (…)

En el primer periodo (del 53 al 55) el club estuvo compuesto de elementos de Grupo Terapéutico y de Grupo de Enfermos, siendo la creación del Club el primer objetivo terapéutico. (…) nos encontrábamos entonces en presencia de un grupo de monitores que comenzaba a tener una estructura, frente a una “masa” de enfermos, un agregado de individuos sin ningún sentimiento de pertenencia colectiva, y que era necesario organizar en grupo; siendo planteado el principio de que era necesario, para que la presencia de un individuo en ese medio no sea nociva para él como para los otros, que haya una forma de vida colectiva de la cual él pueda formar parte.

La creación inmediata del club apunta a este objetivo: un punto de referencia propio, no sujeto a la jerarquía hospitalaria, para los enfermos. Por lo tanto, un espacio le es atribuido al club: el gran salón de la planta baja del castillo, y el pequeño salón al lado. Se abre un bar, en donde una puede procurar tabaco, bebidas sin alcohol y otros pequeños objetos necesarios en la vida cotidiana. Una Asamblea General es convocada. Ella elige un presidente del club, vicepresidentes, un tesorero encargado de gerenciar las actividades del bar (que está enteramente tomado a cargo por los enfermos)… Desde el mes de mayo esta institución está andando. Tiene sus propios estatutos, independencia de la clínica, y se afilia a la federación de sociedades de la Cruz-Marina.

El arranque del club es inmediato con permanencia regular en las Asambleas Generales cada 15 días, y permanencia en el bar asegurada por los enfermos. Pero parece que es en la comisión médica, aún hasta agosto del 53, en la que nos preocupamos de las actividades de los enfermos, mientras que eso podría hacerse conjuntamente en el club y en la comisión de actividades (tercera comisión prevista por la Constitución). De hecho la comisión de actividades casi no funciona. En cuanto al club, no tiene ni la energía ni los medios para sobrepasar su primer rol de asamblea- bar. Nada sorprendente, por lo tanto, que sea todavía la comisión médica la que se ocupe de los espectáculos, fiestas, etc… hasta que sea puesta en marcha una nueva institución: el comité del club. Este será un elemento decisivo para la “integración” de los monitores del establecimiento a “la masa de enfermos” (G. Michaud).

Hay estructuras “democráticas” del club como estructuras “democráticas” de la clínica: una asamblea general, comisiones, no hacen un colectivo. Existía un riesgo real de que el comité elegido del club y sus actividades tomen una pseudo existencia autónoma, gracias al dinamismo o a la inercia de un conjunto de enfermos, o gracias a las fluctuaciones incontroladas del conjunto de la clínica. Imagen grotesca de la democracia, atribución irresponsable de una zona propia al conjunto indiferenciado de enfermos, desprendimiento de toda otra responsabilidad además de la estrictamente médica por parte de los monitores. Si se trata verdaderamente de trabajar en la desalienación dentro de un establecimiento, en particular un establecimiento psiquiátrico, nada prueba, sino al contrario, que solo las formas de la democracia sean la mejor manera de acceso al encuentro del otro. Ahí entonces el anhelo de Odin es crear “organismos de mediación”, crear grupos al interior del grupo.

Odin: Es así que creamos el comité del club a inicios de agosto. Ese comité es la pieza más importante sobre la cual reposa toda la estructura actual del grupo (la clínica). El comité del club anda bien porque está conectado más directamente sobre las solicitudes aparentemente más concretas. La simple presencia (“energía dinámica”) de enfermos hace que haya una cierta estructuración obligatoria. Es más fácil de considerar que por ejemplo la gestión de la empresa. Si queremos que alguien se integre bien en la estructura de la clínica, es necesario ponerlo al inicio en el comité del club (…) El comité es un escalón intermedio en la formación de un grupo real… (Extracto del informe de octubre de 1953 en la asamblea general del grupo gestionario).

Estas declaraciones fueron sostenidas durante la asamblea general del grupo gestionario. Apuntan en particular a aquellos que querrían en la clínica limitarse a tareas administrativas y que evitan el trabajo directo con los enfermos. Pero más allá de las contingencias tácticas, las anima una idea de base: la verdadera integración de los monitores en el colectivo de trabajo de la clínica pasa por un trabajo en el comité del club. Ginette Michaud dirá “integración a la masa de enfermos”.

La paradoja es que en el comité del club, no hay… enfermos. Un grupo de monitores debe ocuparse a su turno de preparar las actividades (talleres de expresión, salidas, jornadas, etc.) propuestas luego a los enfermos. En esa época, lo que se dice de esa reunión de monitores es estrictamente que: si no hay nada para proponer a los enfermos, ellos casi no hablan y no proponen nada. Es inútil y tonto hacer una reunión común si es por formalidad. Mejor que los monitores preparen primeramente el programa de actividades para proponerlo luego en una reunión común con los enfermos.

La historia del club, a lo largo de los años siguientes, muestra que es evidentemente posible de hecho trabajar con los enfermos directamente en la elaboración de proyectos de actividades. Pero en 1953, los monitores aparentemente aún experimentaban dificultades para llevar a cabo un trabajo común con los enfermos sin ninguna mediación.

En efecto la estructura y la composición de esta reunión llamada de “comité del club” abre una reflexión sobre dos planos: por un lado sobre la aproximación de las dificultades individuales y colectivas de los monitores respecto de la enfermedad mental. Por otro lado, sobre lo que podríamos llamar “el espacio inconsciente del club”, espacio que no recubre seguramente las fronteras sociológicas de los grupos curadores y del grupo de enfermos. La estructura del comité del club (estructura actual subraya Odin) es precisamente un instrumento de lucha contra los sistemas de segregación y de defensa de parte de los monitores. Abierta solo a los monitores, la estructura del comité del club es paradojalmente en 1953 un medio de lucha contra toda clase de barreras. La integración de los monitores a la masa de enfermos, como su acceso a un cierto trabajo psicoterapéutico de grupo, se inició indudablemente por este tipo de desvío, inscripto tanto en la problemática de un colectivo curador como en la problemática de los clubes intrahospitalarios.

A partir del comité del club se ponen en marcha numerosos talleres que puntuarán durante mucho tiempo la vida cotidiana de la clínica: el diario de pensionarios, pirograbado, coro, etc. Algunos monitores deciden ir a hacer residencias iniciales en técnicas manuales tales como la cestería o el modelaje. Si bien hablamos a veces de talleres de laborterapia, no tienen nada en común con los talleres de readaptación o de rendimiento. Y si alguna vez es propuesto a los enfermos el participar en la cosecha de legumbres, o en tal o cual trabajito de mantenimiento, es en la perspectiva de abrir sistemáticamente todos los espacios y los lugares de trabajo de la clínica a los enfermos, accesoriamente para sacar a alguno de su aislamiento o de su hastío.

Un ejemplo muestra bastante bien cómo se organizan las actividades del comité del club. Se trata de las marionetas can-can.

Las marionetas can-can

Habíamos hablado de las marionetas. Había habido un montón de discusiones. Pero no estábamos todavía maduros para realizar verdaderas marionetas, es decir marionetas hechas por los enfermos, con temas libres de dramatización; poder hacer una acción terapéutica. Uno de nosotros había comprendido tan poco que se había puesto a hacer él mismo marionetas alegando que era mejor marionetas bien hechas por un enfermero que ensayos fallidos por los enfermos. Estábamos cansados de discutir ahí. Entonces decidimos hacer las marionetas cancan. Es decir que los enfermos no participarían, que no serían creaciones individuales, pero que cada semana al inicio de la velada del sábado por la noche, las marionetas contarían los acontecimientos de la semana.

Esta indecisión sobre el taller de marionetas puede mostrar un camino: las indecisiones y los fracasos de los monitores para hacer un verdadero taller con los enfermos; el investimento de algunos monitores sobre el objeto- marioneta; la invención hecha en el comité del club que son esas marionetas can-can. Se trata de un verdadero trabajo de actividades, de la toma a cargo de pequeños acontecimientos de la semana. “Mi primo y mi prima”- es el nombre de esas marionetas- registran sobre un cuaderno las sugerencias e informaciones de los enfermos y montan cada semana un espectáculo directamente articulado sobre la vida de la clínica. Por ahí, el comité del club completa su función, haciendo acceder a monitores- aquellos que preparan la velada y el conjunto de la clínica- que asiste a la velada- a tomar en cuenta los problemas colectivos e individuales. Más tarde se creará un verdadero taller marionetas con los enfermos.

El comité menús

Se creó en la misma tentativa de implicar a los monitores en la vida cotidiana de los pensionarios de la clínica.

¿Cómo nació la comisión de menús? No nos parece que haya sido debido a un empuje de los enfermos. (…) la clínica existía solo hacía 7 meses. Debido a una renovación bastante rápida de enfermos los casos agudos eran predominantes. Se decidió hacer una comisión de menús para interesar a los miembros del personal que no estaban en contacto con los enfermos o que no querían estarlo más- en los problemas de la casa. Porque no estaba de más repetir: “es una clínica, no un hotel”, eso venía a inscribirse en múltiples tentativas- de las cuales algunas tuvieron éxito plenamente- de puesta en contacto de todo el personal con los enfermos, por la intermediación de las discusiones sobre los problemas prácticos.

La comisión menús estaba entonces compuesta: del cocinero jefe, del responsable de las compras de provisiones, de la persona que hace la atención de las mesas, de un médico, de una enfermera monitora y numerosos enfermos delegados.

Los problemas generales de la cocina se discutían habitualmente en la comisión económica: política de compras, organización del trabajo. En efecto, en ese nivel de generalidad y en la situación conflictual de la clínica en este periodo, la cocina permanece como un sector aislado tanto de los reveses de los enfermos como de los monitores. Toda clase de artimañas han sido imaginadas, en la comisión médica, para hacer salir al cocinero de sus hornos protectores. Él amaba jugar al billar. Instalamos entonces un billar en el salón. Él fumaba, vendíamos entonces tabaco en el bar. Para que él entrara cada tanto, aunque sea un poco, en los circuitos de intercambio. Trampas al cocinero… Pero el cocinero, por alianza, directamente implicado en las relaciones de fuerzas, encontraba voces entre los miembros del personal para fomentar su aislamiento: la cocina sería asunto de un especialista, un lugar para proteger de las invasiones o incluso de los pasajes. Un lugar que debería ser limpio, impecable, funcional…

Era necesario dar vuelta el problema y llegar a la noción no de cocinero especialista sino de cocinero monitor. Es en esta atmósfera sobrecargada de conflictos que el comité menús nació. Al cabo de un mes el cocinero jefe tuvo que partir: las comisiones de menús habían sido saboteadas. Desde la llegada de un nuevo cocinero jefe, las comisiones de menús se desarrollaron regularmente. (…)

Lo que se ganó, sobre todo, es que la cocina deviniera un lugar habitable para todo el mundo, como el resto de la casa. Podemos decir que trasformamos al cocinero en monitor.

Comisión médica, comité del club, comité menús: esas tres instituciones de 1953 resumen bien el doble movimiento que se operó más aquí o más allá de la situación conflictual que reinaba en las instancias centrales de la clínica (grupo gestionario):

Toda suerte de índices parece permitirnos afirmar que desde la comisión médica y cada vez más sobre todo el campo psiquiátrico labordiano, un nuevo agenciamiento de grupo se opera, que no tiene nada más en común con aquél de la menthe a l’eau, ni con la tribu tal como ella quiso ser en la escisión de La Source. Aunque los problemas fueron transmitidos, tanto como este periodo del 53-54 transmitirá nuevas temáticas a las generaciones siguientes de la clínica (el trabajo médico, la insulina, los comités, etc).

Pero la especificidad de este agenciamiento es un cierto tipo de investimento de la renovación de la problemática psiquiátrica, un cierto modo de trabajo colectivo al seno de las nuevas instituciones que crearon una “calidez” de grupo, aquella de las veladas, de una intimidad familiar- un “nosotros” como decíamos entonces- un grupo que se constituye en el momento mismo de la explosión de la familia nuclear fundadora de la clínica. Pamela: ¡Era maravilloso! Amaba ese ambiente familiar que había, mano a mano, los camaradas…

Matilde: Entonces nos hacíamos pequeños regalos entre nosotras. Poníamos eso en los platos, aunque fuese unos pañuelos.

¿Cómo dar cuenta a la vez de ese movimiento más allá de las personas, que producto de investimentos de las zonas más estériles del grupo, muy bloqueadas, “la relación de fuerza”, y a la vez dar cuenta de los investimentos sobre los nuevos objetos, y las conexiones heterogéneas a los primeros? ¿Y cómo dar cuenta de este otro movimiento aparentemente contradictorio que segrega a una nueva familia en el proceso de estallido de la primera familia central, es decir en el proceso mismo de desprendimiento de la coraza totalizadora que reina durante algunos meses con la búsqueda de acuerdos desesperados entre los hermanos Karamazov? En el escalón en donde nosotros nos situamos, no podemos más que decir provisoriamente que no hay pasaje, continuidad, entre el grupo que se constituyó en 1953 y el grupo tal como emerge en 1954. Si en los recuerdos, las entrevistas, hablamos ahora de ambiente familiar en relación a este último, no es del todo el mismo tipo de familia del que se trata. La hermandad desapareció en provecho de un reagrupamiento amplio, por lo tanto las connotaciones familiares tienen que ver sobre todo con recuerdos cálidos y relativamente intimistas.

Intentamos aquí caracterizar con la comisión médica, el comité del club, y la comisión de menús; este agenciamiento -eso que nosotros llamamos esta fuerza- que se desarrolla adentroafuera, sobre los márgenes de la relación de fuerzas perceptible al nivel de la comisión económica o de las asambleas generales. La estructura de funcionamiento de la clínica al final de este periodo, en diciembre del 53, se inscribe en los acuerdos establecidos entre todas estas fuerzas, de las cuales ninguna es reductible a conjuntos de personas; neutralizadas por unos, desagradables para otros, abiertas y en pleno desarrollo sobre otras bases para otros. Al presentar el cuadro que sigue -organigrama establecido en diciembre del 53-, queremos subrayar este aspecto de las cosas: no es el producto de una visión general de eso que debe ser un establecimiento psiquiátrico de la corriente de “terapéutica institucional”, aún si podemos encontrar las ideas formuladas en la época por Odin, Tosquelles, y otros. Detrás de cada instancia, y en las líneas de sus relaciones funcionales, están desde 1953 las fuerzas vivientes tal como las hemos descripto.

LA FALLA DEL MUNDO

Odin: ¡Es la demencia institucional! Entonces fui tratado de loco, delirante. Todo eso porque yo multiplicaba los comités, porque hacíamos que el cocinero no se recluya en la cocina, o porque queríamos desespecializar la comisión económica.

Zarka: Hasta diciembre del 53, es como si hubiésemos creído que el trabajo podía reglar los problemas y “armonizar” las relaciones. Se decía frecuentemente que sería necesario que no haya conflictos entre las personas, y que una de las maneras de evitarlos sería hacer girar los engranajes de la estructura. ¡Una psicología naif si hubiésemos verdaderamente adherido!... Luego, a partir de diciembre, se desarrolló una verdadera atmósfera de vendetta. Denuncias, reivindicaciones intransigentes. Eso fue muy lejos. Una verdadera venganza con parejas que se aíslan, familias que se hacen pedazos. Nada cómico.

Odin: Hasta diciembre, yo había intentado… civilizar. ¡Cuán tolerante pude ser! Asimismo es curioso: por un lado yo no tenía ninguna duda sobre la organización a poner en marcha. Y por otro lado, toleraba cosas a un punto extraordinario. ¿Era masoquismo? A partir de diciembre las relaciones de los clanes fueron empeorando, hasta la exclusión a lo largo de la primavera. Podemos decir que eso fue un fracaso espantoso, porque yo había apostado hasta el extremo que esa historia entre hermanos podía andar… Es entonces que renuncié a arreglar un problema sin solución de hecho. Si hubiese continuado ese juego de intentar cueste lo que cueste, habría sido un idiota por no decir mi posición. Y eso habría tirado por tierra toda la clínica.

Diciembre del 53: Ofensiva sobre la comisión económica y sobre todo el sector de administración/ gestión que permanecen siempre tan aislados del resto de la clínica. Ofensiva del interior y del exterior. Por una parte la comisión es invadida, es necesaria la participación a partir de ahora de un máximo de gente, todos aquellos que están concernidos por los gastos. Es decir, prácticamente un representante de cada sector más un representante del comité del club. Todos los gastos, todos los proyectos de compras, y la situación mensual de las operaciones, deben ser analizados ahí.

Esta medida -que no será aplicada por mucho tiempo- es doblemente significativa:

- Ella desarrolla una idea de base de Odin, que apunta a desmitificar la economía. Tanto como esta permanece opaca, totalmente inaccesible, el trabajo llamado de actividades, o la terapéutica institucional, permanecen como simpáticos giros de pensamiento. Es necesario de una manera u otra inyectar la preocupación económica en las inquietudes y la actividad de cada sector de trabajo. Y esto de la manera más material posible: por la discusión y la gestión de un presupuesto.

La introducción de nuevos miembros de personal en la comisión económica en función de su pertenencia a un sector de trabajo, rompe con la problemática del grupo gestionario. Una cierta comprensión de la constitución había cerrado la comisión económica. De ahí en adelante no será más la pertenencia al grupo gestionario lo que determinará los criterios de participación en esta comisión, sino los criterios de trabajo. Lógicamente el cocinero, alguien de limpieza, el delegado del comité del club, etc.- miembros o no del grupo gestionario- deberán venir a la nueva comisión económica.

De aquí en adelante no hablaremos más del grupo gestionario. Es la ruptura del terreno de acuerdo inicial. Si esta hipótesis es exacta, concebimos que los enfrentamientos no debieran haber podido encontrar, en 1954, terreno en donde establecerse. Otra lógica está en obra en donde los sectores vivos de la clínica encierran e invaden al grupo gestionario que devino irrisorio. Pero esa agitación no pasa sobre las bases de la constitución del año I.

A lo largo de la reunión económica de todos los sectores de trabajo, se propone que para cada uno de ellos sea establecido un presupuesto provisorio, una medida de ese tipo solo para garantizar que sectores como las actividades dispondrán de fondos para sus compras, frecuentemente consideradas por todos como compras secundarias al lado de las compras llamadas de base (alimentos, materiales, muebles, etc.). Esas dificultades financieras del presupuesto para actividades habían sido conocidas por el equipo en La Source, y no quería que nuevamente sea imposible comprar material de imprenta, de juegos, etc. Pero por otro lado, en el momento en que los representantes de cada sector deben participar en la comisión económica, y participar a la vez en la gestión de un presupuesto en conjunto, se estalla la representación personal y jerárquica de la noción de administrador. La función de administrador debe poder estar asegurada colectivamente.

La última medida tomada, y no menor en la situación de repliegue sobre sí mismo del sector administrativo, fue contratar a un contador para venir una vez al mes a controlar la gestión general, y dar indicaciones precisas en la comisión económica sobre la situación de todas las partidas presupuestarias. El sector administrativo es apartado materialmente de su posición clave, indispensable y secreta.

Es necesario ver que se trata de un espíritu diferente, que es introducido en la clínica por estas proposiciones. Estas no serán más que parcialmente respetadas, las sabotearán las inhibiciones tanto como la mala voluntad; y la gestión económica permanecerá aún largo tiempo como una “especialidad” de hecho. Pero en diciembre de 1953 esta medida y sus inicios de realización tienen un efecto de corte mayor.

Enero del 54: Ofensiva del comité del club. Este ha tomado una existencia real, con sus reuniones, sus objetos de trabajo como los talleres, y con un presupuesto propio para gerenciar. De una cierta manera lo económico habrá sido en este año 1953 un terreno estéril de riñas a nivel del grupo gestionario, pero una de las fuentes de la vida del club, por el hecho de que fue descentralizado y que tuvo sus actividades económicas propias.

En enero de 1954, se pega en la oficina en donde comen y se reúnen frecuentemente los monitores una nota tajante sobre el comité del club: “manifiesto sobre la estructura del comité del club”. Viene de la mano de Odin, enérgica, sin aviso: “cada miembro es responsable de no tener…”. Ira proclamada, como se desata algunas veces con Odin. Cólera que marca frecuentemente un giro en el ritmo de una actividad o en el conjunto de la estructura.

¿De qué se trata aquí? Luego de este desarrollo que describimos, el comité del club parece marcar el paso en eso que se vuelve más pesado, a riesgo de devenir el asunto de 4 o 5 personas. Un índice desató esta cólera: la elección del delegado del comité del club parece plantear problemas que no terminan más. La democracia es reinvestida en sus formas más vanas, mientras que el objeto propio del comité del club, su articulación con el grupo de enfermos, debería ser central. El comité del club debe adquirir una estructura de una gran flexibilidad que se adapte con la menor inercia posible a la composición del grupo de enfermos (…). La calidad primera de delegado del comité del club debe ser el no existir: debe ser transparente. Toda opacidad falsea peligrosamente el instrumento que es el comité del club. Por lo tanto, se propone que el delegado del comité sea cambiado todos los meses y no cada 3 como se practica.

En fin, una advertencia que no es solo por la forma: el comité del club concierne a todos los miembros del personal. No es admisible que una parte- siempre la misma- se desinterese de hecho.

Primavera 1954: Asombrosa intensidad en todas las direcciones hacia el exterior de la clínica. Hacia la psiquiatría, la política, la teoría, el departamento. Toda clase de lazos se anudan y se reanudan. Las cosas se precipitan. Fin del cara a cara. Se está aún adentro, el sector económico permanece enquistado, zona de sombras contaminantes; los acuerdos se sostienen por algunos días o semanas, -pero ¿se trata aún de acuerdos?- estamos también afuera del cara a cara, respiramos. Nathalie y Charles -responsables de la insulina y del entretenimiento-, vuelven de una residencia inicial en técnicas de fabricación artesanal. La cestería, la cerámica, el tejido. Iniciación en técnicas que se importarán a La Borde y que van a relanzar el interés de talleres con los enfermos. También contactos con otros medios, con otros enfermeros de establecimientos psiquiátricos. En Vietnam, es Dien-Bien-Phu. La lucha contra el colonialismo.

Como es frecuente desde 1951, Oscar está ahí, un fin de semana o en residencia: a la vez que está afuera, en París, en las organizaciones militantes, en la facultad… él está ahí y participa en las actividades del club, en la velada de navidad. Participa con Odin en la redacción de la constitución del año I, pero él también está en china. Y después de todo, lo que se juega en la constitución del año I, y más tarde en el desarrollo de actividades de enfermos, no tiene nada que ver con eso que se juega en la china de futuras comunas populares. Él está ahí y participa en las batallas de tendencias, pero se caga en los problemas de los hermanos Karamazov.

Apertura hacia el mundo de la psiquiatría y del psicoanálisis, en París y en el departamento. Salimos de La Borde, hacemos contactos por todos lados. Participación en la sociedad de higiene mental. Creación de un club de niños en un instituto médico pedagógico del departamento. Es la revolución allí.

Apertura también en la clínica. Los responsables de los cuidados, de los talleres y del entretenimiento se “mezclan”. Intercambian sus roles, se echan una mano. Discuten en conjunto. “Aún el sistema de limpieza…”.

Pensamos, por otra parte, que los puntos de referencia han cambiado. La relación de fuerzas central ha muerto. El grupo gestionario ha muerto; la constitución está en un viejo expediente.

Una bronca, un golpe de puño. Terminado. La ruptura no es solamente el fin de una batalla entre dos sistemas económicos. Es el fin de un cierre sobre una problemática fraternal. Alliocha, que le daba miedo a uno y a otro de los hermanos Karamazov, no está. El extraño sentimiento del desgarro. Movimiento de tierra, la falla del mundo. Un extraño magma de libertad…

LOS TALLERES DE ADONIS

A lo largo del año 1955 Oscar viene a instalarse en La Borde. Llegada esencial, no solamente para la época que nos ocupa -la de la puesta en marcha y de la intensificación de los talleres-, sino para el conjunto de nuestra historia de institucionalización de colectivos y que demanda que aportemos algunos elementos biográficos. No se trata de reducir la historia de los colectivos a una historia personológica, a la historia de uno o de algunos individuos. Pero no podemos ignorar el rol organizador e innovador de Oscar. Alrededor de él se formarán numerosos grupos -militantes, psiquiátricos, intra o extra labordianos-, por lo tanto la importancia es evidente y no podemos ignorarla.

Es en La Source que Oscar había estado por primera vez en contacto con el nudo fundador de la clínica de La Borde. La Source había estado abierta a toda una red de miembros del movimiento de los albergues de juventud que componía el entorno de los dos hermanos de Odin. Es por esta última corriente que Oscar toma conocimiento de la clínica. Es un lugar muy viviente, de densa vida colectiva: una suerte de albergue de juventud a la “n” potencia, un lugar atravesado por un flujo de enfermos tan extraordinarios y difíciles los unos como los otros. Todo estaba para hacerse.

Los neurolépticos no existían, los medios materiales eran débiles, era necesaria una gran presencia de participantes para asumir esta experiencia tan nueva de servicio abierto y mixto. Iba de suyo, para este pequeño grupo de base, que era necesario tomar a cargo el conjunto de las tareas que permitían el funcionamiento de la clínica.

Es en esta efervescencia ligada a toda un proyecto naciente, y sobre esta trama de los albergues de juventud; que se fija el encuentro Oscar-Odin.

Oscar cuenta cómo sus actividades se dividían entonces entre una fascinación por esos pequeños círculos humeantes, las discusiones estratégico-mundiales, la organización política por un lado; y por otro lado una inmensa empatía con los círculos tan dinámicos de los albergues de juventud de La Garenne- Colombes, Courbevoie, Suresnes, Puteaux, los amigos. Las desesperantes divisiones del partido trotskista y la decepción que estas arrastran, reenvían entonces a Oscar hacia ese punto de referencia que es La Source.

Oscar: ¡Bruscamente dejé todo caerse! Me fui, en pleno congreso de los albergues de juventud. Me fui a discutir durante centenas de horas con Odin… pasaba de todo: la política, el psicoanálisis, la psiquiatría, la literatura. Debía a partir de ahí dejar mi familia, reorientar mis estudios…

Nadine: Oscar venía todo el tiempo a La Source, pero no trabajaba; él era analista de Odin si se quiere, o a la inversa; hablaban sin cesar. Estaba en la farmacia, no hacía nada, él buscaba lo que debía hacer. Hacía política y leía toda la jornada. Estaba siempre en su cama con un montón de periódicos y libros. Durante el verano estaba ahí continuamente, en todas las reuniones, las discusiones. No se ocupaba de los enfermos, pero por las mañanas discutía con Odin.

Tarde por la noche discutimos todavía sin fin. Es un modo de palabra singular que se agencia, del cual el capítulo sobre la menthe a l’eau ha intentado dar cuenta. Se desarrolla una discusión de gran intensidad: práctica pasional, dispositivo a explorar, asir el campo de la futura psicoterapia institucional. Lo esencial es producido entonces, aún si las ideas y los conceptos que animarán esta corriente sólo serán precisados y desarrollados más tarde.

Esta práctica pasional, va a desarrollarse paralelamente a la vida del colectivo durante todo el periodo alliochico de renunciamiento a todo un mundo fraternal y familiar imposible. Esta se mantiene, punto de anclaje sobre el exterior y sobre la política.

Una vez que este periodo de apertura de la clínica terminó, y que La Borde fue reconocida en el mundo de la psiquiatría, otra escena va a ponerse en juego.

Durante el verano de 1955, sobre la arena de una playa de vacaciones, se anuda entre Oscar y Odin el acuerdo que estivará esta práctica pasional al colectivo hospitalario. Se habla de “contrato” y del interés que representan para La Borde los talentos de animador y de organizador de Oscar. Pero más que un empleo, esta llegada es la marca de una remodelación de la distribución de las fuerzas del colectivo. Contrato de arena, apertura de otra escena.

SEPTIEMBRE 1955: Es la llegada oficial de Oscar. De entrada encontramos el estilo de discusiones que habíamos conocido en La Source. ¿Se trataba aún de la misma intensidad, del mismo agenciamiento de grupo? Es poco probable. Odin con su gusto por las imágenes instrumentales habla de una “máquina bicéfala”. ¿Pero es la misma máquina que funcionaba en 1951 en pleno régimen, inventiva, poética, delirante en el tiempo de la menthe a l’eau; que esta máquina bicéfala que se pone en marcha en 1955, siempre inventiva de teorías y de instituciones, pero en otro contexto? En 1951 el tándem funcionaba en el registro de los estatutos de la patafísica; ahora, es la gestión y la organización cotidiana de la clínica de lo que se trata. Esta “máquina bicéfala” que se pone en marcha entre el 55 y el 58 dominará a partir de ahora la historia de la clínica hasta nuestros días. Terceras cabezas frecuentemente confrontarán, desde 1955, siempre sin éxito.

Primeras discusiones, primeras elaboraciones, en 1955, sobre las relaciones enfermeros-médicos: es necesario “considerar el fenómeno de la alienación del enfermero en el establecimiento hospitalario y en sus condiciones de trabajo”. Como es necesario iluminar también el del médico en su rol de vigilancia, como defensor del Estado. En fin, sería necesario aclarar la alienación del conjunto del establecimiento con el Estado.

Hay una conjugación de esos modos de alienación que tienen repercusión sobre la alienación misma de la locura.

En La Borde, en donde los enfermeros son llamados monitores, y en donde no se los distingue de los enfermos -no más camisas blancas y otros signos profesionales exteriores-; hay una tentativa de encargarse de la alienación social inherente a las relaciones curadorcurado. Pero esta tentativa sólo tiene sentido porque hay verdaderamente locos. Es necesario romper con cierto hábito de lo racional y de lo tradicional para tener acceso a la locura. Es necesario reinscribir de entrada en el juego la dimensión trascendental de la locura. No se trata de perderse en las relaciones sociales y las situaciones médicas estereotipadas, sino de hacer aparecer y acoger la anormalidad innata del sujeto. Hacer que se sea verdaderamente loco.

El juego entre medio curador y enfermo es así retomado a la luz de la distinción entre alienación social y alienación mental, primer intento de orientación respecto a dos bases del freudismo y del marxismo. Si bien será necesario esperar al inicio de los años 60 para que sobre el plano teórico, al menos, esos vectores de lo político y de lo psiquiátrico encuentren una articulación más fina, más real, lo que es importante hacer notar para nosotros, es que en los hechos esos vectores coexisten en la vida del colectivo hospitalario desde 1955.

“Poner en cuestión al hospital, precisamente eso debe definir a un grupo que se interesa en el problema de su naturaleza en sus relaciones con la sociedad”. Esto para ser útil en la práctica psiquiátrica y no quedar en una simple crítica ideológica. Lo político debe invadir lo psiquiátrico por lo psiquiátrico mismo, pero esta dimensión política no puede no tener en cuenta el aporte de las singularidades psiquiátricas.

Hay algo que debería especificar a un grupo militante en el dominio psiquiátrico, que es el estar comprometido en la lucha social, pero también estar bastante loco para tener la posibilidad de estar con los locos. Sin embargo existen personas muy bien sobre el plano político que son incapaces de formar parte de un grupo así.

El problema se plantea de manera inmediata, porque con Oscar llega también todo un grupo de gente cuyo estatuto en esta fase es difícil de definir en los campos de la clínica. No vienen por razones profesionales propiamente dichas, sino para explorar el mundo de la locura y confrontarse con él. Pueden participar en las tareas de manera pasajera, aunque otros trabajarán algunos años. Sean cuales sean, sean militantes, sean intelectuales, sus referencias están afuera. En La Borde se les apoda los “bárbaros”.

Por su juventud, su entusiasmo, van a contribuir a redistribuir las condiciones del agenciamiento de grupo preponderante hasta entonces en la clínica.

Viniendo de horizontes diferentes, rompiendo con un cierto intimismo familiar, ellos vas a ayudar a la clínica a abrirse hacia el exterior. Este ambiente “familiar” que muestran bien algunas entrevistas a los más antiguos empleados de la clínica: “Era maravilloso. Me gustaba que la casa hubiese tomado ese vuelo. Qué es lo que yo añoro de este ambiente familiar; la mano en la mano, los camaradas…”.

“Era un pequeño régimen así, patriarcal. Patriarcal, porque había un patriarca, pero eso me recordaba la infancia, yo no sé, una granja tranquila, una pensión familiar… había gente por todos lados, paseábamos…”.

Un importante incremento de los efectivos en la clínica se suma a esta llegada numerosa y bulliciosa de “los bárbaros”. Hasta aquí, dos médicos y una veintena de monitores habían asegurado el funcionamiento de la clínica para 48-50 enfermos hospitalizados. Desde 1955 a 1958, el número de enfermos va a pasar a 90. Es casi una duplicación de los efectivos, que plantea en nuevos términos todos los problemas organizacionales. Es necesario contratar personal de servicio. Ciertos bárbaros participan en las tareas de cuidados regularmente a título de “residentes”, o son contratados como monitores. Se plantean problemas de formación, que se resuelven sobre la marcha, o con reuniones sobre los temas.

Pero es sobre todo una lógica militante la que va a jugar en el remodelamiento del ambiente labordiano. Una lógica de la eficacia que va a sorprender al ambiente amigo-amigo que presidía a la organización del trabajo hasta ahora. Oscar va a consagrar casi todo su tiempo al funcionamiento del club. A través del club, ¡es la organización y el control de las tareas el que es apuntado! Él organizará y formalizará el trabajo alrededor del desarrollo intensivo de las reuniones y de los talleres. Reuniones de trabajadores, reuniones de enfermostrabajadores, talleres de expresión. A partir de 1955, un nuevo régimen de funcionamiento, como se habla de régimen de motor…

LOS BÁRBAROS

Una banda… una horda… venían de a muchos de la universidad. Libres como pueden ser los estudiantes sin reales compromisos profesionales y familiares. Jóvenes, traen su energía; personas de otro mundo, con otro estilo diferente de preocupaciones, van a atravesar la clínica. Los “bárbaros” tienen una doble cara. Aunque desconocida, ellos tienen su civilización. Su cultura es tanto intelectual como política. Son todos originarios de las corrientes de oposición de la izquierda comunista. Por el contrario, no conocen de psiquiatría. Ginette Michaud, en su tesis, los describe en esos términos: … el interés suscitado por esta experiencia en los medios “intelectuales” de orientación próxima trae algunos estudiantes, especialmente filósofos y psicólogos, a participar aquí. Estos llegan con un bagaje cultural cierto pero sin ninguna práctica de psiquiatría. El grupo de trabajo así reestructurado encarará mucho más violentamente sobre los problemas de acuerdo entre la teoría y la práctica psiquiátrica. El mismo trabajo al interior del grupo debía relevar un compromiso profundo, se elevarán controversias a propósito de los “observadores” y de los “aficionados” de los cuales algunos venían para trabajar, otros para continuar un trabajo con Oscar, en una dirección distinta a la psiquiatría, en fin, otros por los dos.

Con su pretensión de saber algo los “bárbaros” no siempre tienen la habilidad que podía demandar ese medio psiquiatrizado. Ellos tienen la cualidad de su defecto; si sus intereses exteriores no les permiten siempre estar en el corazón de los problemas labordianos, ellos les dan al menos la posibilidad de tener otro punto de vista, que, más suelto de las realidades materiales, es a veces más fiel a las perspectivas labordianas que aquellas de muchos trabajadores del establecimiento. Cuestión de idealismo. Extranjeros inquietantes, ellos son incontestablemente constituyentes del tejido de eros que enciende La Borde. Son de esa generación del XX Congreso del PCUS, congreso en donde serán denunciados los crímenes de Stalin, congreso de esperanza. Se proyecta hacia el futuro más que una liberación, una renovación del movimiento comunista. La posición de los movimientos opositores al partido comunista francés se encuentra reforzada. En ese movimiento de apertura se crean numerosos periódicos como Tribuna de Discusión, en donde el nudo fundador encaja a ese grupo de intelectuales “bárbaros”.

Tribuna de discusiones, es un grupúsculo importante por esa época. Con un grupo alegre y distendido que lo anima. El espíritu serio no perdura allí. Se burla de las organizaciones tradicionales. No se está organizado siguiendo la lógica leninista de los movimientos comunistas, incluso de oposición, comprendiendo el CC (el comité central), el BP (despacho político) y el espíritu piramidal.

Fue un éxito completo. Decenas de intelectuales del partido se encontrarán en esta Tribuna a la cual Henri Lefevre y Sartre darán su apoyo… La Tribuna tenía popularidad.

Los bárbaros, son esos extranjeros en La Borde, que hicieron irrupción en un campo de grupo, lo forzaron con sus preguntas, sus anhelos, sus desaciertos también. Pero son también seres llevados por su aliento, su dinamismo. Su belleza. Son extranjeros en la psiquiatría, pero para ellos la crítica del stalinismo y la introducción del psicoanálisis en un trabajo institucional están confusamente relacionadas, y por consecuencia para los labordianos también. Es así que la dinámica de una reflexión y de una militancia política juega en las transformaciones de la clínica. Las conexiones entre el campo labordiano y el campo político no se miden, a la manera de los polis, en número de militantes empleados en la clínica e inscriptos en una organización (el número es por otra parte pequeño desde 1955), ni en cantidades de folletos políticos en una biblioteca. ¿Qué relaciones hay entre el XX Congreso de PSUS, la guerra de Argelia, “Tribuna de discusión”, una mujer de limpieza que pasa por el taller marionetas, una reunión del club y la creación de una nueva clínica psiquiátrica? Múltiples zonas de deseo… En La Borde, a partir de 1955, la palabra no inviste más los mismos registros, el modo de la vida es más intenso, más difícil también. En ese nuevo tipo de agenciamiento de grupo, los “bárbaros” son indudablemente cautivantes.

EL MAPA DE LA TERNURA

Nadine: Oscar estaba con Elisabeth, luego con Brigitte. Ellas no paraban de seguir a Oscar a todas las reuniones que él hacía sin cesar con los enfermos. Anotaban todo. Es así que hubo esos cuadernos de talleres.

Clement Jounel: Lo que era muy simpático en esa época eran los cambios de cama a la noche, que se hacían entre las 8 y las 9… entonces era muy divertido, nos divertimos mucho, tengo muy buen recuerdo de esa época… la época de Fofana, de los “bárbaros”. Todo eso era muy lindo… había mucho erotismo en el personal, eso maquinaba, circulaba bien… de todas maneras era divertido… por ejemplo si había un cambio de cama que hacer para un pensionario, luego de la cena, en el momento de “los tilos” lo hacíamos. De hecho eso creaba todo un movimiento en los pisos. Todo el personal comía en la oficina y luego decíamos: “Dale, vamos a hacer el cambio de pieza rápido”. Entre medio, coqueteábamos en la escalera de la torre, y luego en el cine. Era divertido… faltaba llevar las camas y los colchones.

Nathilde: ¿Qué hacía yo en esa época, cómo trabajaba? Ya no me acuerdo muy bien. Pasaron muchas aventuras, un pensionario una vez me siguió con la pija en la mano, qué miedo.

Odin: En fin, no podíamos generalizar la prohibición del incesto a todo el personal. En ese momento de transformación, como decía Daumézon: “Ustedes tendrían mucho menos aburrimiento si se comprometieran en una congregación, porque ellos trabajan bien; sin historia como hacen en Suiza: prohibición de casarse, cuando se trabaja en una clínica psiquiátrica”, era así en esta época. Se restringió la prohibición del incesto a los enfermos, eso queda como ley de base.

Lelond: Esas historias de sexo, no siempre eran simples, pero ¿cómo hacer con una centena de personas que viven juntas? Pero si nos ponemos tolerantes y miramos las personas inteligentemente, se tiene un funcionamiento sobre todos los planos sin barrera. Quizás está ligado a la concepción de la psiquiatría, no lo había pensado. No es para nada staliniano. Eran todos los excluidos del partido, todos marginales, afortunadamente era gente de la cual uno no esperaría que establezcan reglas muy estrictas sobre el plano sexual, planteando rápidamente prohibiciones. Era peligroso pero, en fin, las cosas vivas son forzosamente peligrosas.

Es peligroso porque cuando dos hombres quieren a una mujer, hay un conflicto de tres, y hay siempre algunos que pierden plumas. Es una lucha común, una lucha normal. Pero es peligroso porque además es en el interior de un medio de cuidados, estas luchas de sexo pueden inducir un comportamiento del médico o del monitor que no es sin riesgos para los otros.

La cuestión del cuerpo, del sexo, está presente en La Borde desde su creación; solo basta como prueba la mixtura establecida entre los miembros del personal y entre los enfermos desde el inicio. Asistimos hacia 1955 a un cambio de régimen de esas cuestiones que estallan en la superficie del colectivo y abarcan todo el campo labordiano. Es en parte esta llama la que fue operante, que dio su aliento a esta fase de extensión de los talleres. Si luego del primer periodo de la clínica, los altercados más agudos se inscriben sobre el plano económico, ahora las relaciones de fuerzas, los conflictos más mordaces van a jugarse sobre el plano erótico.

Trabajo y sexo son generalmente dos dimensiones bien separadas. La vida privada y la vida profesional no se mezclan. Hay ahí una barrera, un límite prohibido entre esas dos zonas de la vida. En la profesión la vida privada no es hablada más que sobre el plano de la generalidad, cuando no es ocultada o cuando ella no sirve como objeto de distracción oculto. El sexo no parece poder pasar más que por el código civil del casamiento o las relaciones ocultas inconfesables: la vida privada. Hay una segregación del sexo. El sexo es neutralizado, neutro como es neutra sexualmente toda administración, toda institución funcional, o grupo social viviente sobre un modelo de cohesión unisexual o asexual.

La estricta adecuación de los empleados a las normas funcionales refuerza este apartamiento del deseo. Asimismo este evitamiento del sexo es correlativo al antifeminismo en el trabajo. Pensemos en esta reflexión, muchas veces renovada, según la cual las mujeres no pueden inscribirse en la producción más que sobre el modo de los hombres.

Como se dice de la familia, que protege de los efectos del sexo por la prohibición del incesto; podemos decir que hay una generalización sistemática de esta prohibición en el conjunto de los sectores de la vida profesional. Sometimiento de cada uno, tomado en un sistema estereotipado de funciones y de roles que lo transforma en un simple engranaje asexuado… ¿Cómo hablar de esas historias de sexo en La Borde que están en el corazón del periodo efervescente, y que desde 1955 a 1958 son inseparables de las aperturas y de las producciones institucionales?

No se trata de hacer una crónica de los “amores locales”; sino de mostrar cómo en el campo del colectivo cuidador, esta dimensión de la Erótica, del sexo, está presente radicalmente. Mientras que, por otro lado, en las administraciones, las empresas, los grupos; esta dimensión es tan frecuentemente aplastada, desviada, tanto por las formas de autoritarismo caduco como por las formas más modernas de análisis psicosociológicos de las interrelaciones, en términos de roles, de estatus, de función.

Lo que no podemos dejar de decir, es que a partir de 1955 se formarán muchas parejas. Pensamos en películas como “Sonrisas de una noche de verano” de Ingmar Bergman o “En la ronda” de Max Ophuls. Un elemento se separa y va a unirse a otro. Una valencia libre que hace llamado. Ese movimiento de desplazamiento va amplificándose, partiendo del nudo motor de la clínica hasta extenderse a todos los costados del personal.

Un corpúsculo, un fragmento gentil e inteligente se aproxima al prestigio médico. Las pecas se regocijan, hicieron mucho por eso, aman el resplandor. Adonis, apasionado, vela sobre esos tráficos de relaciones. Pero ya los pies de bailarina hicieron sus primeros pasos, seguidos de un militante, luego de dos, de tres, toda una banda… una horda.

He aquí un trozo de pasado, una oleada de eros ha iluminado el horizonte labordiano, de diferentes nacimientos. Eso vive, se tensa, eso rompe; el torbellino se eleva, las pujas suben, la máquina libidinal se embala. Algo es tocado en la red, eso estalla en todos lados, todos los niveles del grupo se trastornan. Algunos viven, cogen; otros se encuentran atascados en fantasmas de rivalidad, de celos, de exclusión, así como en la realidad que no les da los medios de recuperarse. Algunos no podrán soportar esos cambios: cambio en el estilo de la vida colectiva, cambio en la estructura de las personalidades dominantes.

En los grupos, como en las parejas, hay frecuentemente una cierta actitud de rechazo, evasiva frente al deseo; encontramos rápido un cierto prototipo de no deseo. Es un problema constante para los colectivos, particularmente para un colectivo psiquiátrico, el no desconocer este estancamiento del deseo, de romper la inercia en donde cada uno se repliega sobre menudos placeres evitando esta cuestión ardiente del movimiento del deseo y del goce. ¿Puede haber un eros de grupo que no juegue automáticamente en el campo de los compromisos, que no tome como base el pequeño común denominador?

Esta dimensión de escándalo introducida por el deseo, el sexo; no es más que la otra cara de la “ley”, “ley” no necesariamente bien asumida por el conjunto del colectivo. De dos cosas, una: sea que la institución no puede soportar ese riesgo de emergencia del deseo, es necesario entonces tener recursos en el reglamento administrativo; sea un trabajo analítico de investigación y de búsquedas el que deba hacerse. No hay forzosamente vergüenza en recurrir al reglamento cuando comienzan los incendios, frecuentemente es menos peligroso que si esta energía no llega a encontrar sus vías de salida. Podemos estar seguros de que si no se encuentra una solución, las intervenciones de las autoridades administrativas, políticas, judiciales y religiosas, no tardarán en hacerse sentir. Es a partir de ese tipo de reflexiones que en esa época se hablaba en La Borde de la “el mapa de la ternuna”.

Odin: Es una manera de intentar acumular los materiales para llegar a esta cosa imposible, que estaba en cuestión desde hacía años: sería necesario asimismo explicitar o promover cuál es la “ley”. Sobre ese plan, por ejemplo, pareció ser un fracaso total cuando las personas empezaron a casarse (tres años más tarde). Se jodió porque no hay más “ley” local. Quizás es ese el grado de alienación en la sociedad, no pasamos el umbral, entonces las personas tienen recurso a Monsieur Lemaire. Viví eso como un fracaso profundo.

Trabajar el medio no es aseptizarlo de una comprensión atenta y de una neutralidad afectiva; es permitir, sino el desencadenamiento de las pasiones, al menos su aparición. Para acoger estas cuestiones es necesaria otra cosa distinta a una organización jerárquica secretando la inhibición y las compartimentaciones… reforzando las instancias del yo por un investimento del estatus social, del rol. Una vez más es reformulada la pregunta sobre un modo de organización que no sería ni una pirámide ni una homogeneización comunitaria.

Odin: esta vieja idea delirante que había emitido en un proyecto lejano, en 1942… se trataba de encontrar las condiciones de análisis de la erótica. Es quizás ese mi gusto por Kierkegard. Él plantea el problema, sin resolverlo, en “O bien o bien”, y en el “Diario de un seductor”. Sobre el plano hecho práctico, si uno no tiene una cierta visión sobre la Erótica -aunque eso no sea verdaderamente psiquiatría, ni únicamente análisis, tiene algo que ver con la psicosis-, si uno está completamente ciego en la erótica; no hay mucha chance, aunque de hecho sea a tientas, de poder dirigirse en eso que hacemos con los psicóticos.

Por tener un mínimo de sensibilidad colectiva en esta cuestión del estatus de lo Erótico, no se está menos tomado frente a lo imprevisto de lo inesperado.

Paradoja del eros, hilo de precariedad y de exuberancia. Eros que no institucionalizamos, y que no podemos desconocer en la clínica toda apasionada, proliferante en esta exuberancia.

Es aún dentro de ese movimiento que en La Borde fantasmeamos crear una nueva clínica en 1955. Decimos que se trata de mostrar al ministro que hay necesidad de equipos hospitalarios en la región, siempre desértica en ese punto de vista; pero también mostrar que no queremos esos establecimientos monstruosos, invivibles, y demasiado vastos que son la mayor parte del tiempo los hospitales programados por el ministerio. Siete clínicas harían mejor el trabajo en el departamento. Cuando se decide crear a 10 km de ahí una nueva clínica, en 1956, es también en la dinámica interna de las relaciones labordianas que eso pasa. Fantasmeamos, o mejor, el fantasma de un médico engancha toda suerte de niveles en lo colectivo. Está decidido, algunos labordianos irán a ayudar a la puesta en marcha de la nueva clínica. Se comprará una combi, todo un programa de intercambio se elabora…

Las fuerzas avivadas por esa corriente de eros conmocionaron La Borde. La plata, la fatiga, las amistades, los accidentes; fueron puestos en circuito y consumidos a lo largo de esta fase. En esta operación muchos resultados son concluyentes. La multiplicación de las reuniones, la intensificación de los talleres, la interrupción de un cierto modo de efusión colectiva: una apertura hacia el exterior representada, como nosotros íbamos a verla, por la llegada de los “bárbaros”. Hay también restos de esta operación. Ciertas personas se atascaron sobre trayectorias, que fueron llevadas luego a seguir, que aún siguen. ¿Es una ley general: que en toda fase de pico que redistribuye las fuerzas, hay también energías que se encuentran desconectadas y se repliegan sobre ellas mismas?

LAS REUNIONES

Las reuniones proliferan. Nudos, cruzamientos, encrucijadas: ellas van a mezclar el conjunto de la población de la clínica. Lugares de palabra, ellas aceleran los intercambios de ideas, de informaciones. Permiten la puesta al día de nuevas preguntas. Por su dinamismo, las reuniones arrastran un cuestionamiento del rol de cada uno, contribuyendo a modificar los hábitos de unos y de otros. Están orientadas particularmente hacia el club y los talleres. Invisten esas zonas, iluminando así el conjunto del trabajo de otro día. Modifican los equipos o los clanes, agrupando a la gente alrededor de nuevos objetos. Nuevas constelaciones aparecen en su estela. Por una estrategia de envolvimiento esas reuniones, tal como las máquinas de guerra, remodelan el ambiente dominante. Por la amplificación de intercambios, ellas participan del nuevo agenciamiento de este periodo.

EL S.C.A.J

Las reuniones se multiplican y se desvanecen frecuentemente rápido: comité bar en relación a la gestión de bar, comité menús, comité radio, comisión actividades, etc. Incluso la comisión de actividades desaparece, pero el SCAJ (subcomisión para la actividad de la jornada) toma una vida duradera y se desarrolla. Se reunirá en el gran salón luego del almuerzo, y hasta 1965 será un momento importante de cada jornada.

El SCAJ es una de las primeras palabras en ese lenguaje local labordiano que veremos proliferar a lo largo de los años. Irrespetuoso de los géneros, de las ortografías y del sentido, substantivando las siglas, hermético a todo extranjero y por tanto próximo a aceptar toda clase de significaciones de donde vengan. Desde este punto de vista el SCAJ es un prototipo: olvidó la subcomisión de la cual es un subconjunto en su creación, pero permanece subcomisión; olvidó su género; perdió su composición inicial, muy restringida. Y si guardó su objeto, se aseguró ser mucho más que una reunión de la cual su función sería organizar las actividades; es una “máquina de palabras vacías”.

Elisabeth: Es en 1955 que hacíamos reuniones, inventado el SCAJ para que no hubiese solamente monitores que organizan los talleres para los enfermos sino que haya enfermos que decidan, que tengan ideas…

Seito: Había una reunión cotidiana extremadamente bien coordinada por Oscar y Pierre Lelond que lo hacía bastante bien; Oscar estaba presente todos los días en el SCAJ. Él interpretaba bastante, en fin, pasaban un montón de cosas en el SCAJ.

¿Qué es lo que pasa ahí? Todos los enfermos son invitados a reunirse en el gran salón del castillo a las 14 hs. Reina un ambiente de feria; todo el mundo puede decir unas palabras. El SCAJ ha tomado un rol polivalente de información, de discusión, de organización. Se discuten ahí las actividades de la jornada, que uno de los miembros de la asamblea inscribe sobre un pizarrón a medida que son enunciadas.

Por ejemplo, un día de marzo de 1956 podía leerse: Despertar

Desayuno 9 15 hs

Trabajo: imprenta, máquina de escribir, pintura, gallinero, conejera, limpieza (salónsala de juegos) 10 30 hs

Almuerzo 13 15 hs

SCAJ 14 hs

Juego: voley, damas, ajedrez, otros juegos de mesa

Merienda 16 15 hs

Trabajo: tejido, modelaje, cestería

Cena 19 15 hs

Juegos de mesa 20 hs

Acostarse 21 15 hs

Es un poco de prestidigitación ya que si todo el mundo puede leer las actividades sobre el pizarrón, es necesario, no obstante, que ese trabajo no quede en letra muerta, que haya encanto en la sala. El SCAJ es una suerte de inmenso distribuidor: ¿Quién irá con quién? ¿Dónde irá quién?

El público se verá empujado, contra la dilatación de su aburrimiento o de su holgazanería, a la tentación de ir ahí donde “le han dicho” que habría algo…

Oscar explica parcialmente la importancia del SCAJ y de su desarrollo por el “compost institucional” que constituyeron esas múltiples reuniones muertas o degeneradas poco después de su puesta en marcha. Lo importante es que más de la mitad de los enfermos está presente regularmente en esta reunión del SCAJ y que ahí los enfermeros participan a título de interlocutores reales. Unos vienen porque fueron responsables de la convocatoria de esta reunión, otros porque están libres en ese momento.

El SCAJ viene entonces a jugar un rol de organizador del trabajo de los monitores, distribuyendo, según las decisiones del día, su tiempo disponible en diferentes actividades. Registrando las sugerencias de cada uno, enfermos y monitores, el SCAJ los pone en forma y los organiza materialmente. Es notable el desplazamiento que, desde la comisión médica en 1953 al SCAJ hacia el 56-57, cambia los centros organizadores de la actividad de los monitores. En 1955, uno de los centros dinámicos de la vida labordiana, es el SCAJ. No es sorprendente que sea lo que ha tenido un rol mayor en la organización del trabajo.

Seito: De todas maneras, como todos vivían en La Borde, todo el mundo vivía junto toda la jornada. Nos encontrábamos en el almuerzo, en la cena, en el desayuno. Comíamos todos juntos, Odin y Oscar también. Entonces hablábamos un poco de trabajo en las comidas. Decíamos: “Mira esta tarde me gustaría hacer esto…”- “Ah, bueno, está el SCAJ a las 14, vamos a organizarnos”. Entonces íbamos al SCAJ y frecuentemente eso se trataba ahí; discutíamos un poco, a veces lo forzábamos… si yo tenía ganas de hacer un partido de vóley y alguien, por ejemplo, tenía ganas de hacer un paseo, entonces yo preguntaba: “¿Quién quiere hacer un partido de vóley conmigo?”. Siguiendo la regla de aquellos que están presentes, o si yo había sido gentil, bueno, había 15 personas para jugar al vóley, y el otro con su paseo se encontraba con 4 personas. Pero había días en donde había 30 personas en el paseo y 30 en vóley. Los talleres del gran salón comenzaban a las 17 hs, por lo tanto había ampliamente lugar para el paseo y para el vóley. Sólo el gallinero quedó permanente toda la jornada. E incluso en el gallinero a las 5 de la tarde se guardaban las herramientas e íbamos hasta el río a bañarnos, luego volvíamos a jugar al vóley; y llegábamos tarde para la cena. Todo esto para decir que el monitor vivía con su equipo toda la jornada, incluso a la noche, cuando íbamos a decir buenas noches a quienes estaban en sus habitaciones. Veíamos si necesitaban algo, fumábamos un cigarrillo, todo eso… discutíamos en el SCAJ y eso se organizaba.

En realidad, rápidamente una reunión preparatoria al SCAJ debía ser puesta en marcha. Sucedía cerca del mediodía, y juntaba a monitores y a enfermos miembros de la secretaría del club. Apuntábamos ahí todo lo que era la organización de los talleres y otros problemas técnicos diversos para planificar. Es una reunión diferente a las reuniones del comité del club del 53, y esto por dos motivos. Desde un comienzo junta a monitores y a enfermos. Por otra parte, se articula directamente con la asamblea cotidiana del SCAJ a la cual vierte toda clase de discusiones técnicas y pone más fácilmente en posición de inventar, o de vivir como lugar de palabras, y no simplemente como reunión funcional.

Estatus de hecho original del SCAJ: es una organización del tiempo y de las actividades pero su función no está ahí. Ante todo, el SCAJ es una cita, un espacio de encuentro . Durante media o una hora podemos decir ahí las cosas más descabelladas, enunciar los deseos más irrealizables, los fantasmas o los delirios más incoherentes. Los enunciados se ponen parte a parte, sin necesidad funcional alguna, pero exactamente en la lógica del SCAJ. Hemos definido así esta reunión, como una máquina de palabras vacías. Pero a este estatus, el SCAJ solo lo adquiere en tanto no es una institución vacía y sin soporte.

Asamblea general del club

Una asamblea general del club de enfermos, en principio mensual, luego semanal, reúne igualmente pensionarios y monitores; lo que hace de esta reunión una “asamblea general de la sociedad labordiana”, según la expresión de Ginette Michaud.

Elisabeth: … Había sido creada una asamblea de todos los enfermos… como se hace una Asamblea General de accionistas, si podemos decirlo, en donde todo el mundo discute la manera en la cual es gerenciada la casa en la que eso funciona.

Asamblea de la sociedad labordiana, asamblea de accionistas: un intento de abordar colectivamente la vida del conjunto de la clínica. Las elecciones de la secretaría del club se hacen a mano alzada, en ellas se eligen presidente, vicepresidentes y secretarios: tienen como función asegurar la acogida de los nuevos, la actividad de los talleres, la secretaría y la gestión de la tesorería del club. El trabajo del personal es por lo tanto indexado, vectorizado, por esta asamblea. Toma sentido, en parte, en ese lugar. Cada uno corre el riesgo de ser interpelado, sea por una demanda: ¿No podría Olivier volver a hacer esgrima? Sea por un reproche: Nicolás no estaba presente en el último comité del gallinero, no pudimos tomar la decisión para la venta de los lechones. Sea aún por una presión de grupo, que quiere que se encuentre una solución a la falta de chofer el domingo a la mañana para acompañar a la gente a misa. La institución es atravesada por el tamiz de la sensibilidad de los pensionarios. Esta reunión es un polo esencial en la formación del personal. La comprensión y la desenvoltura en la asamblea general son importantes: son signos de una cualidad de presencia, de actividad, y de un registro del proceso del conjunto del establecimiento.

Precedentemente habíamos visto las dificultades de la puesta en marcha del club: a los monitores les cuesta asumir la animación de un grupo. Es más fácil desviar las demandas, encontrar un terreno de armonía, un acuerdo, en el marco de una relación dual que con una gran masa de gente, sobre todo si se trata de la organización de los empleos del tiempo y del ocio. A los enfermos les cuesta vivir sus problemas sin culpabilidad, sobre todo en esta época: la enfermedad es vivida en el registro de lo individual, de la persona. Es también para dar una realidad al club y dar una cierta dignidad “política” a la enfermedad mental, que la asamblea general de los pensionarios había sido instituida.

Al inicio, era una vasta reunión, irregular, un poco “heterogénea”, ya que se hablaba de todos los problemas que interesaban a la colectividad, que desbordaban de otras reuniones de sectores. No había presidente de sesión, los médicos asistían.

Odin recibió una gran ayuda con la llegada de Félix, que dará una estructura organizacional al grupo, reorganizando el club, haciendo vivir la asamblea general, poniendo en pie reuniones como el SCAJ. Es decir, el club devino cada vez más el organismo de estructuración propia del grupo de pensionarios a medida que nuevas instituciones eran elaboradas, correspondiendo a una socialización mayor y a un deseo de autonomía más desarrollado. La Dirección fue elegida por los enfermos: el presidente, luego el vicepresidente, una secretaría de muchos miembros, responsables del buen desarrollo de las actividades.

Asamblea general, dirección, secretaría; el club de enfermos funciona según el modelo democrático de asociaciones o de organismos políticos.

Reflexionando, este tipo de formalismo no se impone; como así tampoco los ritos de la asamblea general, verdadera ceremonia preparada, con las sillas instaladas en orden, con una mesa donde se sientan el presidente de la sesión, el presidente del club, y miembros de la secretaría del club. El club vivirá, no obstante, mucho tiempo respetando esas formas “democráticas”, referencia de la organización propia del club, distinta de la organización general de la clínica. Y sin embargo, al costado de estas formas, existe una gran fluidez entre enfermos y monitores, fluidez más próxima que la que podemos llamar una política “antisegregacionista”, aún si no se trata todavía de una práctica paritaria real en el establecimiento.

Las formas de la democracia organizacional funcionan sobre todo como una prótesis eficaz, dando vida al club. Trama significante, señuelo donde cada uno, enfermos y monitores, se toma; dando por ahí su vida al club, a esas actividades y a su propia posición en la clínica. Pero las formas organizacionales no son neutras, vehiculizan modelos inconscientes, un modo “de estar en el mundo”. El formalismo de las asociaciones y de las organizaciones es también, frecuentemente, la meticulosidad, la esterilidad o la rigidez. Más seguido el cierre que la apertura. Es, por lo tanto, precisamente de apertura de lo que deba tratarse en el club, en particular de apertura a lo insólito, a la locura.




Los derechos les pertenecen a lxs autores, el pasaje de lengua tiene licencia copyleft, haga lo que quiera, cite la fuente y use la misma licencia CC BY-SA 4.0