SÍNDROMES PATOPLÁSTICOS
INSTITUCIÓN Y ESTABLECIMIENTO
LAS DIVERSAS FORMAS DE ALIENACIÓN

JEAN OURY

A mi entender, no se puede aislar la noción de psicoanálisis de la psicopatología en general y de la psiquiatría; ya que en psiquiatría encontramos personas, como los esquizofrénicos y otros tipos, que habitualmente los psicoanalistas no encuentran. En cambio, para encontrarnos con una persona psicótica o esquizofrénica es indispensable tener conceptos tanto psicoanalíticos como fenomenológicos e igualmente otros relacionados a la sociedad, como lo que llamo la alienación social. Es un poco controvertido, pero podemos decir que socialmente todos estamos alienados. Estamos todos alienados, seamos psicólogos, psicoanalistas, psiquiatras, esquizofrénicos. Y si la gente crea una escuela, o un instituto, sin tener en cuenta esa alienación, estamos más alienados todavía. Y eso es algo que repercute en el trabajo diario. La alienación social pesa en todos los encuentros, sean ellos analíticos, técnicos, o en el plano de la medicina...

Dicen a menudo que represento, junto a otros, lo que llaman la psicoterapia institucional; es un término artificial. Nosotros no elegimos del todo formar parte de la psicoterapia institucional. Este término fue elegido en el Congreso de Lisboa en 1952 por psiquiatras amigos, en particular Georges Daumezon que desempeñó un papel importante en el intento de modificar las condiciones de hospitalización. Transformar los asilos que tenían -como tienen hoy- una estructura de prisión, para introducir un coeficiente de libertad, de libre circulación, de encuentro posible; por medio de una reorganización colectiva en la que participaban todos, tanto el personal administrativo, como los enfermeros y los enfermos. Y nos damos cuenta de que esa toma de responsabilidad puede manifestarse tanto en esquizofrénicos como en personas llamadas normales.

Digo, de una manera un poco controvertida, que todos somos un poco normópatas y la normopatía es incurable. Tanto más si uno se somete a las directivas administrativas, como se hace cada vez más; y todo lo que fue hecho por Daumezon y otros para modificar el ambiente del hospital parece perderse. Igualmente con el trabajo de Tosquelles, que murió en 1994. El hospital en el que trabajó se convirtió en un hospital como los demás: un conjunto de celdas, de cámaras, de salas de contención, sin ninguna actividad. Y eso falsea completamente la opinión o el juicio que uno pueda tener sobre los propios enfermos. No se trata de caer en una especie de compasión o de piedad.

La caridad y la piedad son la peor de las cosas, ¿qué es lo que esconden? A menudo son guiadas por un dogmatismo, podríamos decir, reaccionario. Por eso es importante mantener una reflexión constante sobre lo que llamo, o lo que se llama, la alienación social. Es por eso que digo que tanto en las sociedades como en las escuelas de psicoanálisis, en la escuela pública, en el maternal, en todos los niveles, hay alienación social; y si no tomamos conciencia, nos volvemos cómplices.

Yo conocí a Lacan desde 1947 (iba a decir desde siempre), hasta su muerte. Y estuve en análisis con él por 27 años, soy incurable. Él organizó diferentes sociedades, en particular en junio de 1964, cuando dijo de forma grandilocuente: “Siempre solo, yo fundo”. Me gustaba mucho Lacan. Pero cuando dijo eso yo estaba con Maud Manonni, a quien conocía bien, escuchamos su tono y dijimos, “Oh, está pensando que es De Gaulle...”. Pero tenía iniciativas extraordinarias. Cuando fundó, como decía, la Escuela Freudiana, él ya había sido no expulsado pero digamos impedido de dar su seminario en el hospital Sainte-Anne. Y fue a finales de 1963 que Levi-Strauss encontró un lugar para que continuara su seminario en la Escuela Normal Superior en la calle Ulm. En ese momento, estaba muy rodeado de estudiantes de filosofía y otros de la Escuela Normal Superior que leían mucho. Ciertamente, Lacan estaba seducido por esas personas que leían tanto, pero que, a mi juicio, no tenían ninguna práctica de psiquiatría y ciertamente tampoco de psicoanálisis. Lacan había propuesto cosas notables, sobre todo el manifiesto de octubre del 2007, no, 2007 es ahora... 1967, (risas) ¿uno quiere rejuvenecer, no? En particular, una técnica para los psicoanalistas. Decía, por ejemplo, que cuando alguien busca un análisis, uno podría preguntarle: “Pero ¿por qué usted está buscando un análisis?” Y si responde que es para ser psicoanalista, es mejor no aceptarlo, es incurable.

Entonces, para ser psicoanalista es mientras uno está análisis que, en un momento determinado, se dice: “Ah, quiero ser psicoanalista”. Y ahí el psicoanalista dice: “Bueno, puede ser, usted podría hablar con tal o cual que son psicoanalistas”. Y entonces el candidato se llama pasante, aquel que pasa. Y los psicoanalistas a los que va a ver para explicar por qué, se llama pasadores. No es muy espiritual. Además, hay un jurado de aceptación, en el cual se es nombrado por elección. Yo formé parte de ese jurado por cuatro años con Lacan, Safouan, Serge Leclaire, etc.

Lo que me pareció interesante y muy grave fue asistir a una degradación, casi una degeneración, de esta mecánica sutil, un tanto idealista. Por ejemplo, el jurado tenía que evaluar a los pasadores, o sea a aquellos que tenían que hacer pasar a los pasantes, quienes nos contaban la vida, en fin, la existencia de los candidatos. Y yo, en esa época, algunas veces escuché relatos de parte de pasadores acerca de candidatos, que yo conocía muy bien. Estos relatos eran un conjunto de confabulaciones, completamente errados. A tal punto que me harté de aquellas estupideces y dije que tenía que restablecerse, como en la Edad Media, la crítica del testimonio. Es decir, aquello se degeneró.

Pero también él había puesto funcionamiento algo muy importante que son los carteles, una idea muy buena. Por ejemplo, cuatro psicoanalistas más uno se reúnen una vez al mes. O sea 5, uno es presidente de la sesión para hacer hablar. Y durante ese mes cada uno lee y trabaja lo que quiere, y una vez al mes uno dice a otro: “¿Qué has leído? ¿Qué te resultó interesante? Lee esto, lee aquello”, es decir, una especie de trabajo en grupo. Esto me pareció muy interesante como idea, pero también degeneró. Bueno, no voy a hablar mucho, sino va a ser muy polémico, pero algunos carteles se convirtieron en células maoístas, pero no voy a hablar mucho de eso porque va a dar a historias...

Todo esto para decir que tanto una sociedad como una escuela... Lacan eligió la palabra escuela para no decir sociedad, para escapar de los procedimientos de admisión de analistas de la sociedad de psicoanálisis internacional, que eran procedimientos ritualizados, un poco como cuando se entra en una iglesia, y es por eso que había eliminado la palabra sociedad para retomar la palabra escuela, e incluso esa sutileza de vocabulario no pudo evitar que hubiera efectos de alienación masivos. Todo este blabla fue para decir que, en cualquier lugar, en las escuelas públicas, en los jardines de infantes, en la universidad, en los hospitales, en las sociedades de psicoanálisis; todos estamos tomados en un sistema social alienatorio. Por eso, una tarea permanente, y eso quiere decir 24 por 24 horas, incluso durmiendo. Se trabaja mucho mientras se duerme. Yo, por ejemplo, nunca preparo nada, sería mucho, ¡pero cuando duermo es extraordinario! A la mañana aparecen un montón de cosas. A menos que se esté alienado socialmente, ahí sería necesario pequeño a, pequeño b, pequeño c...

Entonces habría que tratar a los psicoanalistas, los psicólogos, los psiquiatras, los pedagogos, a los ministros no porque son incurables; pero a mucha gente habría que tratarla permanentemente, para poder cuestionar su ideología. Por lo demás, esto no es contrario a lo que decía Freud, o personas como Klein, Bion, Rosenfeld, Winnicott , ¡gente bien!. En Francia conocí bien a Evelyne Kestenberg, que era extraordinaria. Y trabajé durante 30 años con Gisela Pankow. Eran eminencias en términos de conocimiento del análisis. Tanto Freud como toda esa gente decían que un verdadero análisis, un análisis personal, para hablar de los antepasados, de la familia, etc.; sólo estaría completo si, al mismo tiempo, hay un análisis del saber. El análisis del saber es lo que Freud hacía todo el tiempo, poniendo en cuestión los conceptos. ¡Él desconfiaba de sí mismo!.

Por ejemplo, el concepto de lo que se llama en francés bizarramente repetición: sería mejor, en realidad, hablar de reanudación (reprise) en el sentido de Kierkegaard. El término Wierderholung, que es una palabra de Freud, es traducido por repetición, pero esto conduce a un error en la interpretación, porque repetición no significa hacer lo mismo. Hay un aforismo de Lacan que dice que la repetición es siempre algo nuevo.

Alrededor de 1850, Kierkegaard escribió lo que fue traducido por “la repetición”. Pero eso da una falsa idea. Nelly Viallaneix una especialista en ese filósofo, decía que hay que decir reanudación (reprise). Eso entra en la misma preocupación de Freud y Lacan, quienes decían que en un proceso analítico hay siempre un momento donde algo iba a pasar, hace treinta años, cuando era pequeño, cuando tenía 3 años; y eso se detuvo, y eso vuelve: es una reanudación. Y en ese momento, ahí, uno progresa. Por lo tanto no es una repetición estereotipada, en el sentido de que no es la misma. Es parte de la existencia.

Hablando en términos muy generales del psicoanálisis, podemos decir que el análisis es para injertar (como se hace un injerto de piel), injertar “apertura”. Ya que en la vida cotidiana, la vida alienada, haciendo semblante de ser libres estamos cerrados. Cerrados en los hábitos, con los amigos, con la familia, estamos cerrados. Entonces no es repetición, es una estereotipia. Uno no escapa a eso.

Hay personas que conocí cuando tenían 5 años y ahora tienen, no sé, 65, están gordos. Yo los reconozco inmediatamente de lejos, tienen los mismos gestos, es algo que atraviesa los años, a través de la piel, los mismos gestos. Pero también tienen, quizás, las mismas ideas, las mismas fantasías, los mismos fantasmas. Esto nos hace más modestos ante el psicoanálisis, porque son personas que han estado en análisis, ¡y mucho! Y tienen los mismos gestos, es terrible. No quiero hablar mal del psicoanálisis, al contrario, el psicoanálisis es algo serio, muy serio. Pero los psicoanalistas, no necesariamente. Por otra parte, cuando Freud elaboró después de la guerra del 14... Es cierto que Freud era un genio, pero una vez dije a Lacan: “Es verdad que Freud era un genio, sí, pero su actitud antes de la guerra de 1914, era la de un pequeño burgués”, y ahí Lacan se levantó y me dijo: “¿¡Y qué!?”. No dije más nada. Él tenía razón al decirme eso.

La guerra del 14 fue en agosto. Desde diciembre, en Viena, Freud había comenzado a escribir la metapsicología, que iba a tener en principio doce capítulos. Él le escribía a su discípulo Ferenczi, quien podría haberle mandado cigarros, carnes, pero le mandaba cartas. Freud era tan riguroso, un tanto fóbico, que escribió sólo tres o cuatro capítulos y al resto los tiró, no satisfecho. Por ejemplo sobre el concepto de Wiederholung. Durante diez años él regresó a eso muchas veces, cinco, seis, siete veces, diciendo que no estaba satisfecho. Esto no es algo patológico, es sobretodo una cuestión de honestidad, de rigor teórico, científico, para no escribir tonterías. Se podría intentar seguir su ejemplo, no hay que ir demasiado rápido. Y bien, podemos decir que escribir la metapsicología, el inconsciente, la represión, la transferencia; en una reanudación permanente, es rehacer de modo permanente un análisis del saber. Dicho de otro modo, encontramos la misma preocupación en otros analistas, otros psiquiatras. Y entonces este análisis del saber, es un término que me gusta mucho, lo encontramos en alguien que considero súper inteligente, que no es psicoanalista, que se llama Maurice Blanchot. En particular en un libro que se llama “La conversación infinita”, que de hecho es infinita, tiene un capítulo sobre el psicoanálisis y muchas otras cosas donde insiste en la necesidad de un análisis permanente del saber, ya que nunca es absoluto , tiene que ser puesto en cuestión todo el tiempo. Se puede tomar como modelo el esquizofrénico, porque es un problema fundamental de la esquizofrenia que fue muy bien subrayado por un psiquiatra fenomenólogo alemán llamado Erwin Straus. Él habla de los axiomas de la cotidianidad. Cuando se es normópata, no se plantea esa cuestión. Uno se despierta, se levanta, se viste, uno no se equivoca, no se pone los pantalones en la cabeza. Eso, en neurología, sería apraxia del vestirse, en ciertos casos de atrofia cerebral, pero en los esquizofrénicos no es así. Podemos decir que ellos se plantean de entrada, implícitamente, “¿por qué hoy y no nada?”. En el fondo es una gran reflexión filosófica. Y aunque yo no soy para nada esquizofrénico, me planteo la pregunta que creo sería importante plantearse. Para imaginar eso en términos un tanto cinematográficos: yo vivo, estoy en una clínica psiquiátrica, en La Borde, ya hace mucho tiempo. Debo tener un coeficiente de inestabilidad cero, lo he comprobado en un test, es cierto, estoy allí desde 1953. Cito un libro que también debería ser traducido, que se llama “Once de la Noche en La Borde”, es un libro mejor que lo colectivo. Yo me represento un castillo, un césped, árboles, también podemos poner la luna; once de la noche. Y estoy en el césped mirando al castillo con un sentimiento de extranjería, de “¿qué es esto?” Entonces, con esta frase que se volvió celebre, que no puede ser traducida en todas las lenguas, “Qu’est-ce que je fous là?” Intentaron traducir eso en flamenco, no es posible... También en japonés, imposible... Es un galicismo, quizás en brasilero eso funcione, ¿Qué estoy haciendo aquí? Es casi un sentimiento de extranjería. No pone en cuestión la categoría de historial, de la historia, no estoy perdiendo la memoria. Pero toca esta dimensión del esquizofrénico, que cada vez que despierta tiene que reconstruir toda la existencia. Hay una expresión interesante de Tosquelles, que para ser reconocido como francés tuvo que hacer una tesis de la medicina a la que llamó “La vivencia de Fin de Mundo”. El fin del mundo es algo más o menos banal desde el punto de vista psicopatológico, encontrado tradicionalmente en autores de hace mucho tiempo, sobre todo en la “psicopatología general” de Jaspers, que escribió sobre eso en 1913. Pero la Tosquelles es mucho mejor. Él habla justamente de la esquizofrenia y dice que el esquizofrénico pasa su tiempo levantando el telón del escenario, pero, si lo suelta, el telón vuelve a caer. Una jornada levantando el telón es algo muy agotador, pero es necesario que comprendamos, porque si uno le dice: “Ah, dale, baja los brazos”, el telón cae. Es una estereotipia (ressassement), permanente. Es lo que Straus llama los axiomas de la vida cotidiana.

Es algo que me parece interesante. Es de eso de lo que nos ocupamos, sobre el plano psicopatológico, en una clínica verdadera. Verdadera no quiere decir nada, es una idiotez. No puedo decir eso, hay que tacharlo. Es necesario desconfiar de la palabra verdad, verdadero; no se debe usar eso así, fácilmente.

Tengo un amigo portugués al que yo había ido a ver, en un estado de miseria, podemos decir, administrativa. Fue después de abril de 1974 que volvió a Portugal, después de la revolución de los claveles. Se llama Braulio de Souza. Él me contaba que se fue en la época de Salazar. Antes de ser psiquiatra, psicoanalista, estaba cerca de Coimbra y decía que no era nada de nada y que trabajaba como leñador en los bosques. Decía: “Soy el leñador de la psiquiatría”. Se quedó con esa fuerza de leñador, y trabajaba, casi no dormía. Cuando estaba trabajando como leñador, fue a trabajar en un hospital psiquiátrico como celador nocturno, y contaba que eso era extraordinario... ¿Qué pasa a la noche? Eso me recuerda a una amiga psiquiatra que hizo una tesis sobre ¿Qué pasa a la noche en el hospital de Ville-Évrard? Se llama Hélène Chaigneau. (¿Hay que parar? ¿No? Ah, veía que me hacía gestos con la mano). Bueno, en fin, para volver a Braulio, él describe que cuando llegaba por la noche al hospital, había allí un patio, y luego unas galerías. Él se sentaba en una mesita, con una vela, y esperaba. Y los esquizofrénicos catatónicos, que durante el día estaban completamente catatónicos, que no decían nada, llegaban. Iban llegando alrededor de la mesa, y conseguían hablar un poquito con él, sin dificultad. Bráulio nos contó un montón de historias así. A tal punto que con unos amigos en 1994 hicimos un congreso en Francia, había una sala grande con un escenario, era un teatro. Y ahí, sin decirle nada, cerramos las cortinas, pusimos una mesita con una vela frente a todos, y le dije: “Bráulio, cuenta”. (risas)

Bueno, todo esto para decir que la vida cotidiana... hace 30 años que doy seminarios en Sainte-Anne, una vez por semana. Lo Colectivo es uno de estos seminarios. Uno de estos años, hice un seminario de un año entero sobre la vida cotidiana, diciendo que es uno de los conceptos más difíciles, y terminé ese año diciendo: “¿Qué pasa con el real de la vida cotidiana?”. Para hacer la distinción, como la hizo Lacan, entre real y realidad. Si no se hace esa distinción, la entrada en un proceso analítico se ve a menudo comprometida. Por ejemplo, para que pueda instalarse el Unbewusstsein, que fue traducido como el inconsciente, es sobre todo importante evitar, como en la lógica positivista, cosificarlo. El inconsciente no existe, la pulsión no existe, la repetición no existe: no es verdad. Pero, como dijo Lacan: “eso ex-siste”. Son conceptos no solamente operativos, sino conceptos para intentar que nos despertemos un poco de la nebulosa tradicional. Esto vale tanto en la clínica de la psicosis como en la relación analítica normopática. Son una cantidad de conceptos así, que sería importante articular, pero no tenemos tiempo ahora por supuesto, no porque quiera descansar, porque no es cansador hablar.

He copiado algunas reflexiones, no mías, sino de una monitora de La Borde. En general ella no quiere venir a mis seminarios, no escucha, debe tener algún complejo particular. Me mostró ayer por la noche algunas notas... Es Nadia Oury, mi hija (risas). Es necesario que retome análisis para poder venir a mis seminarios, pero bueno... No importa. Hace mucho tiempo que ella trabaja allí, en contacto permanente con los enfermos, con los psicóticos, etc. Yo no sabía, pero ayer por la noche, ella me dijo: “Mira, escribí unas cositas en un cuadernito”. Entonces esta mañana, no lo preparé, pero lo copié. Son las reflexiones de un verdadero esquizofrénico... ya que hay verdaderos y falsos esquizofrénicos.

Ustedes saben que ahora, con todas estas imbecilidades de los DSM, con sus cuestionarios, se hacen falsos diagnósticos, peligrosos, muy peligrosos. Tengo muchísimos ejemplos, voy a leer lo de Nadia luego... estoy pensando en una mujer jóven, que la familia pidió que sea admitida en La Borde. Por negligencia del grupo de admisión que no respondió, siempre por negligencia, esperó un año. Fue internada en varios hospitales en París, en celdas y también al mismo tiempo en talleres laborales, de terapia ocupacional, como se dice, extrañamente. Y entonces una noche, saliendo de uno de esos talleres para ir a otro, alrededor de las seis de la tarde, en las calles de París, encontró una manifestación de personas con pancartas, etc. Ella siempre tuvo un complejo de fin de mundo, y el fin de mundo es una angustia extraordinaria, incontrolable. Cuando vio esa manifestación, creyó que era el fin del mundo. Subió por una escalera a un primer piso y saltó. Supe después que ella se fracturó el fémur, una fractura expuesta. El cirujano reparó como pudo el hueso, el fémur; se suelen colocar unas placas plásticas o metálicas durante un año, en esos casos. Cuando finalmente llegó a La Borde para ser hospitalizada, llegó con muletas, caminando con dificultad. Otro psiquiatra me había dicho por carta que se trataba de una esquizofrénica. Pero sólo de verla, como dije el otro día en el SESC (lo conté en detalle), se podía ver que ella no es esquizofrénica. Tal vez sea más grave. Como dijo Gisella Pankow, aunque no les guste a muchos psiquiatras y psicoanalistas, era en realidad una psicosis histérica... En la psicosis histérica no hay lo que Bleuler llama Spaltung, no hay disociación. Puede haber episodios de una conciencia un poco más disminuida, incluso de despersonalización, de lo que Melanie Klein llamaba cuerpo despedazado; pero el cuerpo despedazado, fragmentado, no impide que haya un sentimiento de unidad. En tanto que en la esquizofrenia es el cuerpo disociado, son pedazos de cuerpo, no hay unificación. Me habían dicho que era una esquizofrénica, pero sólo de verla un segundo, era evidente que no lo era. Ella llegó con muletas, por la mañana, o mediodía, pero no era de noche. De noche ella a veces tenía esos episodios de fin de mundo. Tuvimos una conversación totalmente normal y luego, lo que importa tanto en el psicoanálisis como en otra parte es lo que yo llamo función de acogida, como acoger al otro, en su miseria. Para acoger, no se puede ser ingrato, diciendo: “Yo soy el profesor ¡Siéntese! ¡La escucho!”. Eso, para mí, es del orden de la obscenidad. Es necesario establecer rápidamente un encuentro verdadero y poner en cuestión la jerarquía, y todas esas tonterías administrativas. Eso puede ser hecho en pocos minutos. Ahí estaba ella con las muletas, y le pregunto: “¿Qué te gustaría hacer aquí?” Y ella me dice: “Andar a caballo”. Le dije: “Bueno, pero estás con muletas...” Hay caballos en La Borde, ella no lo sabía. Entonces llamé a Koda, una monitora que es apasionada por los caballos. Ella vino y dijo: “Ah sí, voy a llevarla a ver los caballos, pero no va a poder subirse con las muletas, claramente. Mientras tanto puede cepillarlos”. “Y que más te gustaría hacer?”, Y ella dice: “Me gustaría aprender a ser payasa”, y dije: “¡Eso es increíble! De aquí a dos días, viene alguien que hace teatro y que tiene un don extraordinario”. Tiene una formación muy difícil, es más difícil formar un payaso que a un psicoanalista. Ella tiene una formación de payaso extraordinaria. Y cuando hizo teatro con todo un grupo, los enfermos decían: “¡Es increíble! No habla con nosotros, ella sigue nuestro movimiento”. Y entonces le dije a la enferma: “Bueno, los caballos, el payaso, está bien”, y ella estaba contentísima. ¿Puedo contarles un poco más?

Esto fue así durante un mes, ella siempre con sus muletas. Conversó con la mujer del teatro, que tiene una acogida extraordinaria. Pero, al final del día, siempre tenía esos episodios de fin de mundo. En esos momentos, era necesario darle un poco de ansiolítico, de Haldol, Temesta, cosas así, y eso andaba, en el límite. Yo la veía dos veces al día, de mañana y de noche. Hace dos años, hoy está transformada.

Pero entonces, lo que pasa es que justamente psiquiatría, psicoanálisis, cirugía, neurología; todos estos son aspectos de una persona. Si no, es como cortar en rebanadas. Siempre he dicho que estas divisiones administrativas-burocráticas son divisiones industriales. Lo mismo sucede con la psiquiatría. Para comprender a un adulto, se necesita comprender a un niño. En 1978, comenzó a existir la psiquiatría del niño, un escándalo. No es la psiquiatría del adulto.

Ahora está la psiquiatría del adolescente, la de los viejos y va a continuar así. ¡Va a haber la psiquiatría del dedo del pie!. Es un tipo de recorte en rebanadas. El psicoanálisis, la psicopedagogía, la psiquiatría... todo eso son palabrerías. Lo que no impide que haya especificidad práctica, por supuesto, no me van a pedir arreglar un fémur, pero sería interesante que sí pudiera hacer el diagnóstico de una fractura, y justamente eso no faltó para la muchacha en cuestión.

Después de un mes, ella tenía que volver a consulta con un médico que la había acompañado gentilmente durante diez años. Dada la rigidez administrativa, los psiquiatras de los hospitales habían cortado toda relación con ese médico. En el plano transferencial, eso estaba mal llevado. Entonces ella dijo: “Me gustaría volver a ver a ese médico” y dije: “Bueno, que venga”. Era un domingo, él iba a venir. Como decía Tosquelles, en psiquiatría es 24 horas por 24 horas, no se debe tener los preconceptos de la sociedad de consumo. El domingo es un día como cualquier otro, yo estoy siempre allí el domingo, y me preguntan: “¿Qué haces allí?” y yo digo: “Soy el conserje”.

Entonces, un domingo de esos, el médico iba a venir (voy a entrar un poco en detalles). Él debía llegar al mediodía viniendo de París en coche, pero a esa hora no había llegado todavía. Me llamó por teléfono: “Estoy molesto, hay muchos autos, mucho tránsito, me voy a retrasar un poco”. Entonces la enferma llegó al mediodía y le expliqué que él estaba atrasado, que había mucho tránsito. Ella estaba muy ansiosa. Vino media hora después, una hora después, y él aún no había llegado. Le dije: “Es seguro que viene”. Ella estaba acompañada, aún caminando con dificultad, y dije: “Ve a almorzar, después te llamo”. A pesar de estar acompañada, estaba tan preocupada que se cayó. El médico llegó, se encontraron por la tarde y él dijo: “¿Qué pasó?”. Ella se había fracturado el puño. Y, extrañamente, del lado de donde se había fracturado el fémur aparecía otra cosa: Cayendo de su propia altura se había fracturado el cuello del fémur. Esa misma tarde con el médico dijimos que era necesario enviarla a cirugía por su puño. Y podemos decir que afortunadamente se había fracturado el cuello del fémur, ya que el cirujano vio que el cuello del fémur estaba totalmente pulverizado, por lo que cayendo de su altura se había fracturado. Entonces, esa segunda cirugía mostró que el problema ya estaba allí antes.

El cirujano dijo: “Tanto mejor”. Le puso una cosa de plástico para el cuello del fémur y, en ocho días, ella estaba caminando perfectamente. Ahora ella ha hecho mucho progreso, en teatro, es responsable de un montón de cosas. Todavía tiene miedo ir sola a París, pero, bueno, ¿por qué no? Está casi irreconocible, la reconocemos, pero ha cambiado mucho. Es un caso entre otros en los que vemos que lo importante, podemos decir de manera múltiple, es lo que Tosquelles llama una estructura multirreferencial. Por ejemplo ella cuida de los caballos, va a teatro, tiene un grupo para aprender inglés, es responsable de la limpieza, y un montón de cosas más. Sigue siendo frágil, todavía tiene la tendencia de ver el fin del mundo al final del día, pero ha cambiado mucho. Comenzó un trabajo psicoanalítico, hace unos diez, quince años, con Anne-lise Stern. Algo de eso quedó, que suplió mucho su relación un poco difícil con una familia demasiado tradicionalista. Este es un ejemplo entre cientos de otros. ¿Qué es lo que se juega ahí?

Una persona así, si va a un hospital tradicional donde no hay caballo, no hay teatro, no hay conversación, no hay nada... Puede llevar rápidamente a un suicidio. Eso simplifica la cuestión. O si ella hace crisis de angustia paroxísticas se elevan las dosis de neurolépticos, y si es peor aún, se la encierra, por precaución en una celda, y si no es suficiente, en una de contención. Y ahora, para vigilarla (ahora como somos modernos) en vez de ir a verla para hablar, hay una cámara. Llamar a eso terapéutico es un escándalo, pero es lo que sucede, en términos mayoritarios, en todo el mundo. Ustedes saben que en las universidades francesas las subvenciones del Estado se suprimieron para el psicoanálisis y la fenomenología. Sólo hay dinero para el conductismo y el cognitivismo. Lo que podría ser interesante, si no fuera simplificador. A veces, no escapamos de una lógica que podemos llamar económica-gerencial. Se dirige un hospital como se dirige una fábrica, un supermercado, es una tendencia mundial.

Así que voy a leer un poquito lo que escribió del día a día alguien que no viene a mis seminarios, pero que está en contacto permanente con los esquizofrénicos. Entre esos esquizofrénicos, hay uno que viene de una ciudad del norte de Francia. Extremamente disociado (Spaltung), pero también extremadamente inteligente. No son aspectos que se excluyen. Él tiene una pasión por los libros, por los papeles, por los cuadernos. Al punto de que es importante cerrar bien las puertas de las oficinas, porque si no desaparecen cosas que después se encuentran en su habitación.

Aunque Nadia no venga a mis seminarios de los sábados (ya van como 2000 sesiones), todos los sábados él viene puntualmente, cada semana lleno de papeles, haciendo un barullo, haciendo anotaciones. He aquí una frase que le dijo a Nadia, siempre un poco humorístico: “Es difícil posarse, entre las poses”. Es una formulación esquizofásica. Con Nadia tiene una confianza que se establece en ese nivel, y él le dice: “Perdí el hilo” (eso que se dice cuando uno olvida lo que estaba diciendo). Yo a veces pierdo los hilos y después los atrapo nuevamente. “Perdí el hilo, ¿no podrías cosérmelo?”. La cosificación de este hilo (cuando uno lo pierde en la conversación) es lo que hace el esquizofrénico. Y es quizás parecido a una conversación. Él dice: “Perdí el hilo, ¿no podrías cosérmelo?”.

Había igualmente una mujer con un delirio crónico, que había estado en un estado de miseria en la región parisina en los años 50. Un delirio parafrénico gigantesco. Había sido internada años y años en hospitales parisinos. Creía que la muerte de la madre no era verdad, que la madre, que había muerto, había salido del féretro. Y todas las noches, aún 40 años después, ella tenía alucinaciones pavorosas: su madre venía, se acostaba a su lado en la cama para cortarle la cabeza. No es muy lindo. Ella entraba en un estado de angustia, y he aquí lo que le dice a Nadia, que iba a visitarla... porque ella murió hace un año: “Todavía mi madre viene a molestarme, y es ella la que apaga televisión. Ella se esconde cuando usted llega. Por suerte, las persianas están cerradas”. Y luego le dice a Nadia: “Me gustaria unas 50 gotas de Laroxyl”. Es una conversación corta.

Puedo contarles una pequeña historia acerca de eso. En general tenemos unos 107 o 110 pacientes internados, de ellos, 70 a 80% de esquizofrénicos verdaderos. Un día, a las siete de la noche, en la cocina... Digo esto porque con las cocinas actualmente hay una guerra: ¡quieren suprimir las cocinas en todas partes! Yo le dije al inspector: “Si usted cierra la cocina, será responsable del cierre de La Borde”, y ahí se fue. La cocina es un lugar increíble de pasaje, un lugar donde la gente va y viene, personas que no pueden estar fácilmente con los demás... Entonces ese tipo, ese esquizofrénico al que se le había cortado el hilo, un día a las siete de la noche estaba en la cocina y escuchó el teléfono. Y se dió cuenta en el teléfono de que otro esquizofrénico llamaba con urgencia a la cocina (que es un lugar de comunicación) para que un monitor o un médico fuera inmediatamente a ver a esa señora delirante. No había que dudar, fuimos inmediatamente. Ella estaba en un estado terrible, con un edema pulmonar, con una insuficiencia cardíaca creciente. Habría muerto en pocas horas. Llamamos enseguida a urgencias la reanimación, todo eso, pero aún así quedó en coma.

Entonces, unas palabritas sobre el plano de la política general: en cirugía, o mejor dicho, en reanimación, ella había hecho, lo que había desencadenado aquello, lo que se llama desde el punto de vista cardíaco una fibrilación ventricular. Entonces, en la reanimación, el único tratamiento que funciona es aplicar electroshocks cardíacos. En la noche, el anestesista, el reanimador, empezó a aplicar electroshocks cardíacos sin respuesta alguna.

Segundo electroshock, nada; tercero, nada; cuarto, nada. Afortunadamente, en ese momento, una colega que había trabajado en La Borde, Sandrine, estaba allí toda la noche a su lado y junto al anestesista. El anestesista dijo: “Bueno, ya fueron cuatro electrochoques y nada, vamos a parar”. Pero lo peor, lo grave es que dijo: “Ésta mujer, una psicótica con cuarenta años de un delirio así, no vamos a insistir con ella”. Es lo que yo llamé la exterminación camuflada. Y ahí Sandrine le dijo al anestesista: “¡Uno más!” Y ella despertó con una mirada magnífica. Después estuvo un poco mejor, en fin, el tratamiento de electroshock le hizo bien en términos del delirio. Aún cuando es un caso particular, lo cuento porque hemos tenido en un año 4 casos en los cuales si no hubiésemos intervenido, los cirujanos que, bueno, por exceso de trabajo, si uno les dice es psicótico, no lo operan.

Todo esto es para ilustrar que la influencia del medio juega un papel determinante en el paisaje clínico, si se puede decir, en el síntoma, en el síndrome. Eso es lo que he llamado, retomando un término fenomenológico que encontramos en los fenomenólogos antiguos: la patoplastía, en contraposición a patogénesis. Pero tomé este término para hacer lo yo que quería. Eso quiere decir lo que eso quiere decir, pato/plastia, es decir la fabricación de la patología por el medio, por las condiciones de hospitalización, por la falta de relaciones no sólo de amistad, sino de respeto, la falta diagnósticos mucho más precisos, y de darse cuenta por ejemplo que los esquizofrénicos que parecen completamente idiotas... (Eso ya fue notado por Bleuler y por otros fenomenólogos, en particular por un psiquiatra a alemán que se llama Berze, que hace descripciones extraordinarias). Esto para decir que hay un término muy difícil de traducir, que en alemán es Benommenheit. Cuando vemos las traducciones, incluso en un diccionario de alemán, aparece como embrutecimiento. Me gusta mucho un psiquiatra español que tiene un conocimiento conmovedor, y le pregunto: “¿Cómo traduces Benommenheit?” Y me dice: “Embrutecimiento”... ¡no es posible! No es para nada lo que quería decir Bleuler. Tienen la apariencia de estar embrutecidos pero muchas veces están hipervigilantes. Parecen estar embrutecidos porque están todo el tiempo preocupados, a nivel pulsional, por una enormidad de cosas, ambivalentes u otras... Pienso en un esquizofrénico que está realmente embrutecido, y cuando paso a su lado me dice: “No se olvide, el miércoles tiene la reunión a las once”. Entonces no está tan embrutecido, sólo aparentemente. Es una trampa. Tanto para los psicólogos, como para los enfermeros, como para las familias. Tratar al otro como si estuviese realmente embrutecido.

Percibimos, por el contrario, que muchas veces hay una hipervigilancia pero no totalizante, y es con eso que la gente puede hacer contacto.

Alrededor de eso necesitaríamos un día entero para hablar de la patoplastia, es decir del modo de fabricar síntomas que realmente no existen, que son artificiales, que son fabricados por las condiciones de tratamiento. Por ejemplo, sobre el psicoanálisis, con Françoise Dolto, discutía muchas veces. Me gustaba mucho Dolto, pero... ella decía: “No se puede hacer psicoterapia dentro de un establecimiento”. Ella repitió eso en un congreso en Roma, delante de Lacan en el 74. Había un montón de gente y le dije: “¡Ya basta de escuchar estas tonterías! ¡Por supuesto que no se puede hacer psicoterapia en un lugar completamente podrido! Es evidente, porque hay tanta presión de alienación dentro, que es una locura“.

Conocí a un psicoanalista muy bueno, de una erudición extraordinaria, muy simpático, allá por los años 60. En un hospital al sur de París, terrible, un hospital cerrado, sin patio, pero que tenía un césped verde muy bonito, en el que no había ni una vaca. A los enfermos no se los ve, están encerrados, un pequeño patio y nada más. Él resolvió hacer una psicoterapia psicoanalítica con un enfermo determinado, pero ciertamente no había hecho el diagnóstico. Por supuesto, tomó al que tenía un mejor aspecto, y claro, era un psicópata un poco perverso. Intentó durante un mes o dos, lo que desorganizó completamente la vida cotidiana, hasta el punto de que los enfermeros hicieron una queja, hasta hicieron una huelga para que él se fuera. Es una ingenuidad, ya que hay una complejidad que está en cuestión en la patología misma. Es por eso que la dimensión patoplastica... La sala de demenciados, de agitados, las celdas, todo eso es construido. Si no hay un movimiento colectivo para que haya de nuevo un poco de ambiente y de acogida, es una ingenuidad o una hipocresía querer hacer psicoanálisis o psicoterapia de grupo sin haber puesto en cuestión al medio en el cual se hace. Es algo tan evidente, que da hasta vergüenza decirlo, ¡pero se está en los prejuicios extravagantes!.

Actualmente es terrorífico. Recientemente hubo una supresión de cien mil camas, y las cárceles francesas están sobrecargadas; del 15 a 20% de los psicóticos graves están en las cárceles, 60% de depresión y una curva de suicidio que viene aumentando. En los hospitales, lo mismo.

¡Entonces, discutamos!

J.O: (...) Podemos decir que es una ilustración de la patoplastía, en un grupo como ese, el decir: “Hablen tranquilamente”. ¡Es completamente idiota! Aunque eso no impide que hablar haga bien, pero es preciso un coraje enorme, o una inconsciencia. Así mismo, hay que hablar.

A: Me quedé pensando, ¿qué sustenta ese estado permanente de alienación? Y respecto a la dificultades que usted encuentra en tanto psicoanalista, con un paciente psicótico, en un ambiente familiar psicótico, y en el que usted decide que no tiene más recursos para continuar…

B: Mi pregunta complementa la de ella. Usted trae noticias de que también en Francia hay un desmantelamiento de un servicio de atención de niñxs autistas que funciona hace 40 años, que muestra la alienación que nos engloba a todxs y que está sucediendo aquí también. Pienso que sería bueno escuchar un poco sobre el encuentro verdadero, que usted dice que tiene unos minutos para hacerse en el momento en que se encuentra con un paciente… Porque pienso que en ese momento, ahí, está el por qué mantenemos ese esfuerzo; y por qué a pesar de todos los pesares es posible sostener esa lucha.

J.O: Son preguntas demasiado difíciles para responder en 2 palabras. Es evidente que para poder hablar de encuentro tendríamos que hablar durante muchas horas. Pero me gusta mucho decir que lo que es fundamental en este trabajo es justamente lo que está alrededor de las modalidades del encuentro. Y ahí podríamos retomar toda una temática “tradicional”, retomando términos aristotélicos, históricos, la relación entre el Tuchanon, la Tyché y el Lekton.

Podríamos llegar a decir que una verdadera interpretación ciertamente no es una explicación, sino que es algo que toca, algo que es un verdadero encuentro. Y un verdadero encuentro es inesperado. Entonces, deberíamos decir mucho más… Por ejemplo cuando Lacan, en un seminario en 1971 que se llamó “De un discurso que no fuera del semblante”, decía: “La interpretación desencadena la verdad”, es una manera metapsicológica de hablar del encuentro.

Lacan, de una manera humorística, decía como consejo a los analistas: “Sean tychistas”, es decír, tyché, el encuentro. Pero para que haya encuentro es necesario no estar tapado por una cantidad de prejuicios. Hay que poner en cuestión esta noción malentendida de “neutralidad”. Siempre digo que la neutralidad es un proceso activo, para despejarse de todos los prejuicios de la sociedad, para acceder a un verdadero encuentro, aún con esquizofrénicos.

No tenemos el tiempo de desarrollar esto pero yo había intentado elaborar algo acerca de qué es lo que está en cuestión en este encuentro con esquizofrénicos u otros, y es lo que Lacan llamó la función -1. Es decir, eso que no se mezcla con la vida cotidiana y la posición transferencial que podemos tener, es justamente asumir (es una palabra fea), es estar en posición -1. Lo que no impide, en la vida cotidiana, encontrarse con el otro. Pero vemos la distinción a hacer entre imaginario, simbólico y real; y otra cosa que Lacan había llamado (es muy complicado para decirlo así y a mi parecer es un hallazgo extraordinario, muy difícil de traducir) el “semblante”. Siendo el semblante, podríamos decir, el agente de todo discurso posible.

Por supuesto que todo eso necesitaría de una jornada entera de recorrido y luego de discusión, pero es una preocupación constante… En una clínica psiquiátrica es absolutamente necesario hacer todo el tiempo estas reflexiones metapsicológicas. Naturalmente, cuando vemos a alguien es necesario tener en cuenta su entorno. Por ejemplo, me encontré hace 10 o 15 años con una psicóloga, psicoanalista, que trabaja en Río, que se había instalado con un pequeño equipo entre la “ciudad central” y las favelas. Y la relación con la población de las favelas, aquello que entra en una relación de neutralidad, era pagarles el pasaje de colectivo o hacerles vacunas contra la fiebre tifoidea… y eso es la neutralidad activa, porque si permanecemos ausentes creyendo que somos neutros, es una negligencia hipócrita. Vemos bien cuando tomamos a cargo personalidades alcohólicas u otras, que es necesario una atención respecto del entorno, y que cuando tratamos a alguien también es necesario tratar a la compañera, al amigo, etc; sea en psicoterapia de grupo o individualmente o simplemente en otro nivel de información…

Había una frase, una reflexión de Tosquelles con la que podríamos terminar, que decía que en el siglo 19 hubo una revolución de la medicina y de la cirugía con la invención en 1850 (a pesar de los grandes profesores) por parte de un asistente llamado Semmelweis, de la asepsia. Él fue combatido por la facultad, pero por suerte en ese momento Pasteur había encontrado los microbios. La tesis de 1924 sobre la asepsia de Semmelweis, es la tesis de medicina de Céline (quien ya la escribe a la manera de Céline). Entonces Tosquelles decía que en psiquiatría todavía no hemos encontrado la asepsia. Podríamos decir los efectos nosocomiales, como se dice en todos lados, con esta paranoia mundial: “¡Póngase guantes! ¡Barbijos! ¡Cofias!” Lo que no impide que en los grandes hospitales haya contagios nosocomiales. Y bien, en psiquiatría la organización actualmente fabrica patologías. Ahora, si uno no quiere saberlo y va a analizar a alguien que ya está rodeado de patoplastía, se está completamente gaga, o quizás es deshonesto… Entonces hay todo un trabajo a hacer al mismo tiempo para saber las condiciones mismas de ejercicio, tan honestas como sea posible, de la psiquiatría o del psicoanálisis… Entonces intentamos defender este concepto de asepsia que está de nuevo deshecho.

Un amigo periodista, que hace encuestas muy interesantes, hizo un libro enorme para intentar mostrar el estado actual de la psiquiatría en Francia. Fue publicado en 2006. Le hice el prefacio (habría que traducirlo al brasilero ese prefacio, ¡está muy bien!). Dice que la psiquiatría ha hecho una regresión de 2 siglos. ¡Estamos antes de Pinel! ¡En sistemas de encierro! Entonces, sobre esta perspectiva optimista pienso que debemos terminar...




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