Una política de la locura

Francesc Tosquelles

El texto que presentamos aquí es la transcripción íntegra de una película, realizada en 1989, acerca de una entrevista que manifestara el carácter fundador de la Psicoterapia institucional.

Tosquelles: Una característica general de todas las historias psicoanalíticas es que hay que inventarlas. Porque el individuo no recuerda nada de sus anécdotas, y entonces si no las inventa, es mejor que las invente. Entonces tontea, llamo a eso tontear, se lo autoriza a tontear. Le decimos: “¡Tontea, tontea, mi pequeño!” Eso se llama asociar, “aquí nadie te juzga, puedes tontear a tu gusto”. Porque a la psiquiatría, yo la llamaría tonteatría. Entonces, “tontea a tu gusto”, pero mientras él tontea, ¿qué hago? En el silencio intervengo, pero sobre todo en el silencio, tonteo a mi vez. Es decir, él me dice palabras, frases, escucho las inflexiones, las articulaciones, dónde pone el acento, dónde deja caer el acento, cosas así... como en la poesía.

Y entonces yo tonteo a mi vez, asocio con mis propias tonterías, mis recuerdos personales, mis elaboraciones. Y estoy casi adormecido, él está casi adormecido y yo también, y entonces él tontea y yo tonteo. Y en el tonteo que hago, porque yo sé que tonteo, porque le decimos al tipo “¡Tontea!”, pero no es verdad, se acuesta, quiere tener razón, hace racionalizaciones, cuenta historias precisas de la realidad: “Que si mi padre por aquí, que si mi madre por ahí…”, y jamás tontea. En cambio, yo estoy obligado a tontear en su lugar. Y con ese tonteo que hago en su lugar -a partir de lo que dice, a partir del acento y de la música de lo que dice, más que de sus palabras- lleno, se puede decir, mi vientre. Y de vez en cuando me digo: ¿y si le tirara esto ahora, una pequeña interpretación?

Narradora: Francesc Tosquelles es un psiquiatra y psicoanalista de origen catalán, que marcó profundamente la psiquiatría de nuestro siglo. Refugiado en Francia a finales de la guerra de España, trabajó desde 1940 en el hospital de Saint-Alban, en Lozère, que será el punto de referencia del movimiento de transformación de los asilos, después el lugar de elaboración teórica y práctica de la psicoterapia institucional. Esta se propone tratar a la psicosis inspirándose en el pensamiento freudiano de la alienación individual y en el análisis marxista del campo social. Muy joven se comprometerá en la lucha antifascista, antes y durante la guerra de España, y luego en la Resistencia francesa. Su vida y su obra, atravesadas por la locura de la Historia, influyeron radicalmente en la historia de la locura.

F.T: Siempre tuve una teoría: un psiquiatra, para ser un buen psiquiatra, debe ser extranjero o hacer semblante de extranjero. Por ejemplo, no es una coquetería de mi parte hablar mal el francés. Hace falta que el enfermo -o el tipo normal-, que no comprenderá, haga un cierto esfuerzo para comprenderme; están obligados a traducir y tomar una posición activa para conmigo.

Narradora: Hombre de convicción y de terreno, Tosquelles siempre evitó los beneficios y los inconvenientes de la notoriedad. ¿Qué puede pensar de una iniciativa, que a pesar de su discreción, podría hacerle una publicidad tardía?

F.T: ¿De vuestro proyecto de hacer una película acerca de mí? Puesto que estoy aquí, estoy de acuerdo. Debe halagarme en alguna parte. Pero, de hecho, es una tontería. Quiero decirles lo siguiente: No que ustedes sean tontos, no más que yo. Sino que cuando uno intenta contar su propia historia, escribir sus memorias, explicar las cosas, como se lo hace en la clínica psiquiátrica o psicoanalítica, de hecho lo que se evoca, sin ser radicalmente falso, siempre es falso o falseado.

Es decir que a veces ponemos el acento en una suerte de tono épico, como si fuéramos un héroe extraordinario, y como si fuese gracias a nuestro empuje narcisista mágico y a nuestros valores espirituales, caracterológicos, etc… que salimos adelante. Y a veces evocamos el pasado de modo miserable, “¡vida miserable!”, “¡puta vida!”, es más claro. No obstante, es indispensable para cada uno hacer el inventario de su vida, y equivocarse, o hacer equivocar a los otros. El analista, por otra parte, no es tan ingenuo como para que cuando el cliente le cuenta lo que sea de su vida, se sienta obligado a creerle. Sabe muy bien que está deformada, aunque sea muy sincero. La sinceridad puede ser el peor de los vicios.

Narradora: Tosquelles nació en Reus en 1912, a 120 km al sur de Barcelona. Rápidamente va a padecer de ese vicio que considera constitucional: la psiquiatría. Desde los siete años va cada domingo con su padre al instituto Pere Mata. Este lugar de atención de la locura es dirigido por el profesor Mira, un hombre de una gran cultura europea, apasionado por la fenomenología y por el psicoanálisis; y tendrá sobre Tosque- lles una profunda influencia. Cataluña ya está, desde finales del siglo XIX, en plena afirmación nacional. Crece en el seno de una vida cultural, social y política intensa; clubes de lectura, cooperativas obreras, reuniones políticas con su padre. Aunque la lengua oficial era el castellano, aprende todo en catalán.

F.T: Hablaba también el castellano, pero casi tan mal o peor de lo que hablo francés hoy. Como los árabes. Cuando se vive en un país ocupado, naturalmente uno habla la lengua de los opresores, pero la deforma. Hablamos «petit nègre», como decimos aquí, en Francia. Allá decíamos «hablar municipal» porque había colaboradores catalanes que estaban empleados por el Estado español y que, por supuesto, hablaban el castellano, pero muy mal. Entonces, imitábamos para hablar castellano a estos imbéciles que lo hablaban tan mal.

Narradora: En 1927, a los quince años, Tosquelles comienza sus estudios de medicina. España vivía entonces bajo la realeza, y desde 1921 bajo la dictadura de Primo de Rivera. La vida política catalana está animada por la lucha contra la dictadura. Una alianza frágil reúne a los anarquistas de la CNT y del FAI, el Frente Comunista Catalano-balear y su emanación clandestina, el BLOC, Bloque Obrero y Campesino. Tosquelles desarrolla ya un comunismo extraño para la línea oficial del PCE.

F.T: Stalin, en cierto momento, nos envió un tipo, un negro al que llamábamos Brea. Me acordaré siempre de esos emisarios clandestinos oficiales de control soviético. Que quería que fuéramos a Madrid, a hablar castellano, que hiciésemos propaganda en España -con la monarquía, con los militares al poder– y que dijésemos: “todo el poder a los soviets”. No a los republicanos, no a los anarquistas, no a los socialistas, nada, “Todo el poder a los soviets”. Entonces, con otros dos o tres, no todo el Partido, porque no lo hubiese hecho oficialmente, le escribí a Stalin diciendo: “Querido camarada, usted es un Guía muy importante, pero no comprende lo que pasa aquí. En España, no hay soviets. Entonces, decir “todo el poder a los soviets”, realmente es dar la razón a los militares y al rey. Una tontería. Peor. Por otro lado, no vamos a hablar castellano porque ellos (los de Castilla) son nuestros opresores. Pero si usted quiere una propaganda que se parezca a eso, haría falta que dijera “todo el poder a las peñas”. Son los que hacen la guerra en los cafés. Antes cuando íbamos al café, también en Francia, pasábamos allí todo el día, porque lo más importante era trabajar lo menos posible. Así, tan pronto como se deja de trabajar, hay que ir al café”.

Narradora: En 1931, gracias a la lucha de los catalanes, la República es proclamada en Barcelona antes de serlo en el resto de España. 1931-1936 es un período de gran creatividad popular. Pablo Casals desarrolla sus conciertos obreros catalanes. Todas las ideas recibidas y las jerarquías fueron cuestionadas. En 1935, Tosquelles ya es psiquiatra del instituto Pere Mata, de Reus, mientras que participa en la creación del POUM, partido Obrero de Unificación Marxista, el único que denuncia los procesos de Moscú. Los numerosos refugiados que huyen del nazismo forman parte de él. Desde 1931, los psicoanalistas que dejan Berlín y los países de Europa central van a instalarse en Barcelona.

F.T: Olvidamos esta pequeña Viena que fue Barcelona entre 1931 y 1936. Rindo homenaje aquí al profesor Mira y a este conjunto de psiquiatras y de psicoanalistas de las escuelas más diversas que las angustias paranoides encarnadas por el nazis- mo trajeron a esta ciudad: Szandor Reminger, Landsberg, Strauss, Brachfeld y otros.

Narradora: Entre estos emigrados, Tosquelles encuentra, acoge y protege al que será pronto, a pesar de la barrera de la lengua, su psicoanalista: Szandor Reminger.

F.T: En 1933, tuve otitis y mi analista viene a visitarme. Mi padre llega también, le presento a mi analista y le dice más o menos esto: -¿Cómo puede analizar a mi hijo, hablando tan mal el catalán y el español?

Mi analista le responde:

Tardé un poco antes de decirle a mi analista que debía mucho a este encuentro extraanalítico, ya que fue ahí donde comprendí que lo que cuenta no es tanto lo que dice el enfermo, sino el corte y la secuencia. Y que poner un punto -mierda- o poner un punto y coma -“me cago en deu”- es marcar secuencias. Y que lo que interesa es escuchar las secuencias de esta música; que lo que se dice dentro de ellas no tiene importancia. ¡No está mal!

Narradora: En 1936 estalla la Guerra Civil. Tosquelles ingresa a las milicias antifascistas del POUM y parte al frente de Aragón. Tiene 24 años. Todas sus ideas van a ser puestas a prueba de fuego. Muy rápidamente el POUM se hace el blanco privilegiado del Partido Comunista Español, enteramente dependiente de Moscú; desde 1937 un gran número de sus militantes son asesinados o encarcelados. La guerra toma aspecto surrealista.

F.T: La ley del desarrollo surrealista de la guerra, es que hay siempre lo imprevisto, lo inesperado; es decir, aquello que, precisamente, no es susceptible de “ser puesto en ciencia”. La ciencia es un problema de comportamiento de ciertos tipos que hacen de ella una obsesión; quieren controlar todo por la ciencia. La guerra es incontrolable, en ese sentido es un real incontrolable. Pero como dirían los surrealistas, aparecen cadáveres exquisitos, es decir lo imprevisto, las asociaciones libres, que no son puramente fantasiosas, son más reales que lo real. Pero dicho esto, evidentemente no hablo de cualquier guerra, insisto siempre en el hecho de que aquí era una guerra civil. Y que la guerra civil, a diferencia de la guerra entre naciones, es algo que está en relación con la no homogeneidad del yo. Cada uno de nosotros está hecho de trozos contrapuestos, con uniones paradójicas y desuniones, al interior de cada uno de nosotros. La personalidad no está hecha de un bloque. Se vuelve una estatua en ese caso. Hay que tomar nota de algo paradojal: la guerra no produce enfermos nuevos, por el contrario hay muchas menos neurosis durante la guerra, e incluso hay más psicosis que se curan durante la guerra que en la vida civil.

¿Qué hice en Aragón? No tenía mucha cantidad de enfermos. Podía ocuparme de dos cosas, si había enfermos evitaba que fueran enviados a doscientos kilómetros de la línea de frente; los curaba allí donde se habían desencadenado las cosas, a menos de quince kilómetros de la línea del frente, lo que podría ser una política de sector. Si envías a un neurótico de guerra a cincuenta o ciento cincuenta kilómetros de la línea de frente, haces un crónico. Puedes curarlo sólo cerca de la familia, allí donde ocurrieron los problemas.

En lugar de curar a esos enfermos que no existían, o muy poco, tomé por costumbre curar a los médicos, para que esos tipos perdieran el miedo y sobre todo algo más importante que el miedo. La guerra civil conlleva un cambio de perspectiva acerca del mundo. Los médicos, comúnmente, tienen en la cabeza la estabilidad de un burgués. Son pequeños o grandes burgueses que quieren vivir solos y ganar dinero, ser eruditos. Ahora bien, en una guerra civil como la nuestra, era necesario que el médico pudiera admitir un cambio de perspectiva sobre el mundo; que pudiera admitir que son los clientes quienes determinan su clientela, y que él no es omnipotente. Así que me ocupé, diría, de la psicoterapia de hombres normales para evitar la crisis. No se puede hacer psiquiatría ni en un sector ni en un hospital si se conserva una ideología burguesa e individualista. Un buen ciudadano es incapaz de hacer psiquiatría. La psiquiatría conlleva una anti-cultura, es decir, una cultura que tiene otra perspectiva, que sea sobre el sujeto o cualquier otra cosa, no tiene importancia. Hay un cambio de la concepción del mundo a facilitar. Eso es lo que aprendí en esos primeros años.

Narradora: El profesor Mira obtiene, contra la opinión del Partido comunista, el mantenimiento y la organización de los servicios psiquiátricos tanto sobre la línea de frente como en la retaguardia. Tosquelles es nombrado médico-jefe de los servicios psiquiátricos del ejército. Es enviado al frente del sur, que se extiende de Valencia a Almería, pasando por Madrid. Crea una comunidad terapéutica en Almodovar del Campo y organiza el reclutamiento del personal terapéutico, evitando incorporar psiquiatras que, según él, tienen mucho miedo a los locos.

F.T: Como debía hacer la selección para el ejército, la primera cosa que hice, ya que tenía que ocuparme de eso, fue elegir para mí. La caridad bien comprendida comienza por uno mismo. Escogí abogados que tenían miedo de ir a la guerra y que jamás habían tratado a un loco, pintores, hombres de letras, curas, putas, ¡en serio! Amenacé a los prostíbulos (ya prohibidos, pero que funcionaban como en todas partes), con cerrarlos salvo que permanecieran en relación con nosotros y que encontraran allí tres o cuatro putas que conocieran bien a los hombres y que prefirieran convertirse en enfermeras -a condición de no acostarse con los enfermos. Pero tenían que mantener contacto conmigo, y les garantizaba no cerrar sus lugares con la condición de que pudiera enviarles a los soldados. Y así, estas casas de prostitución se convirtieron en anexos del servicio de psiquiatría. Algunas de estas putas, en los prostíbulos, o en los hospitales, se convirtieron en enfermeras de la gran puta. ¡Extraordinario! Y debido a su práctica con hombres, sabían que todo el mundo estaba loco -incluidos los hombres que iban a las putas-, y entonces con la formación profesional de ese mundo, en un mes una puta, un abogado, un cura o quien fuere se volvía alguien extraordinario. En dos meses uno tenía todo un servicio, con ambulancias, etc. Así, todas mis actividades allí fueron una organización del sector y de comunidades terapéuticas, una acción cerca de los políticos locales, cerca de los tipos que representaban algún poder en la región. ¡Eso es la actividad del sector!

Narradora: Marzo de 1939 ve la caída de la República española. Tosquelles procura entonces huir de Andalucía. Consigue pasar a Francia gracias a un operativo montado por su mujer,

Hélène.

F.T: Cuando vine a Francia, ya tenía la certeza que se podía hacer una buena psiquiatría. No certeza teórica sino práctica.

Narradora: Llega al campo de Sept-Fons, uno de esos múltiples lugares concentracionales organizados por la administración francesa para concentrar a los 450.000 refugiados españoles. Las condiciones de miseria allí son atroces; muchos mueren de hambre, o de diversas epidemias, otros se suicidan. Tosquelles crea allí un servicio de psiquiatría.

F.T: En este servicio también, era muy cómico, porque una vez más, había militantes políticos, pintores, guitarristas... Había sólo un solo enfermero psiquiátrico; todos los demás eran gente normal. Esto también fue muy eficaz, creé un servicio. Creo que es uno de los lugares donde hice una muy buena psiquiatría, en este campo de concentración, en el lodo. Era magnífico. Y por otra parte, nos servíamos de eso para provocar escapes... historias como esas...

Narradora: Los republicanos españoles que se escaparon de campos crearon el armazón de la resistencia en todo el sudoeste de Francia. En 1940, Tosquelles llega a Saint-Alban. A la diversidad de los enfermos se añade la de los refugiados, los inmigrados clandestinos que encuentran allí un lugar de acogida y de complicidad. Entre ellos Tzara, Eluard, Canguilhem, Matarasso, Bardach y otros más. Aún cuando es el médico-jefe y ya celebre en su país, la administración le concede a este extranjero sólo el puesto y el sueldo de un enfermero-asistente. Es en condiciones más que precarias que Tosquelles va a comenzar la transformación del hospital.

F.T: Llegué a Saint-Alban el 6 de enero de 1940. Pero antes tengo que decir algunas palabras sobre lo que dije de las explicaciones culturales y las elaboraciones de los franceses en general sobre la guerra de España. Los franceses miembros o no del Partido comunista (es lo mismo), el francés medio. A mi parecer, todos experimentaron un sentimiento de culpabilidad muy importante por la no intervención en la guerra de España. Se dieron cuenta, a posteriori, de que si el gobierno o los obreros franceses hubieran apoyado la guerra de España, es decir, si los franceses a su vez hubieran convertido el movimiento del Frente popular en movimiento revolucionario —y no en reivindicación de vacaciones pagas—, entonces toda la historia del mundo habría sido diferente. Pero es como la nariz de Cleopatra. Las cosas son como son. Pero la inmensa mayoría de los franceses -y sobre todo los que tenían un ideal de libertad- se sintieron muy culpables frente a los acontecimientos de la guerra de España. Por ejemplo en Saint-Alban, Eluard, Bonnafé, Cuerdas, Chambrun y muchos otros que eran miembros del Partido comunista, se comportaban conmigo como si fueran culpables. Se aliviaban ayudándome, ¿entienden? Esta especie de culpabilidad social colectiva francesa frente a la revolución española fue muy importante, y yo salí beneficiado. Todo el mundo me ayudaba. Así como ustedes mismos vienen a decirme: «¡Mi pobre Tosquelles, cuánto sufrió usted! Hay que ayudarle. Hace falta que usted tome de nuevo las riendas de su vida. No te deprimas porque perdiste la guerra. ¡Una pérdida, diez de las recobradas!»

Recuerdos de la casa de los locos
Paul Éluard

Este cementerio dado a luz por la luna
Entre dos olas de cielo negro

Este cementerio, archipiélago de la memoria
Vive de viento loco y de espíritu en ruina.

Trescientas tumbas ordenadas de tierra desnuda
Para trescientos muertos con máscaras de tierra

Cruces sin nombre, cuerpos de misterio
La tierra apagada y el hombre desaparecido.

Los desconocidos salieron de la prisión
Cubiertos de ausencia y descalzados
Sin nada que esperar
Los desconocidos murieron en la prisión.

Su cementerio es un lugar sin razón.



F.T: Eluard, era un ángel, una encajera de la palabra, hacía crochet con la palabra el día entero, porque tenía frío. Eluard era un niño que tenía frío, y su madre debía envolverle en mantas calientes. Para él, las mantas eran la palabra. Se envolvía en palabras cálidas.

¡Magnífico!

Narradora: Con Lucien Bonnafé, nombrado médicojefe en 1940, el hospital devino un lugar abierto al encuentro y a la confrontación. El psicoanálisis, el comunismo y el surrealismo, durante los años críticos del pétainismo, van a alimentar reuniones casi permanentes. Por la noche, esperando a un visitante o paracaídas con armas, organizando la curación de los heridos o preparando ediciones clandestinas, esas reuniones ponían en marcha el mundo del asilo, se ocupaban ya de «curar la vida». Fue la Sociedad de Gévaudan, el nombre de la célebre e inasequible bestia.

F.T: No hay resistencia más que contra el opresor, entonces tiene lugar un conflicto en la vida tal como corre, podemos decir, normal. No se percibe la tontería de la vida normal, que corre, un poco muerta, como aguas estancadas mientras no hay barreras, un obstáculo más o menos violento. Entonces se organizan modos de rodeo y de resistencia para poder simplemente vivir. Por supuesto, la Resistencia es un hecho político, situado, luego de la guerra, quiero decir, luego de la debacle. Porque si no hubiera habido una debacle, no habría habido un despertar en Saint-Alban. La Resistencia, diré que es la confluencia, en Saint-Alban, de historias y de personas muy diferentes. Yo era ya un extranjero en Saint-Alban, que devenía un campesino del lugar, campesino del Danubio.

Pero es a partir de la Resistencia que no sólo había la diversidad que imponen los enfermos, sino que había una variedad del entorno, y de los curadores, incluso si no eran curadores, de los «curadores-curados», digamos.

Narradora: Las religiosas, durante un tiempo separadas del mundo, fueron recuperadas en los cimientos de una sociedad revuelta por la guerra.

F.T: Tuve dos especialidades: la de convertir a los comunistas en comunistas y a las religiosas en religiosas. Porque la inmensa mayoría de los católicos no son católicos. No tengo nada contra el hecho que se sea católico o comunista. Estoy contra los que se dicen comunistas y son radical-socialistas o funcionarios públicos; y las religiosas que creen serlo, mientras que son sólo funcionarias de la Iglesia, no son religiosas. Una parte de mi oficio consistió en ayudar a convertirse a quien fuese en aquello que realmente era, más allá de lo que parecen, de lo que ellos creen, de su “yo ideal”.

Narradora: Los enfermos sabían que en el tercer piso del castillo se escondían los resistentes.

F.T: Ellos también estaban escondidos. ¡La palabra asilo es muy buena! Prefiero la palabra asilo a la de hospital psiquiátrico. No sabemos lo que esto significa, hospital psiquiátrico, mientras que un refugio, asilo quiere decir que un tipo se refugia allí o que a alguien se lo refugia por la fuerza. Pero hay una distancia protectora. Me parece que fue Gentis que dijo que a los muros del asilo, cada uno los llevaba dentro de sí. Es un clivaje, a la Klein. Pero de hecho los muros protegían a los enfermos de los perjuicios de la familia y de la sociedad.

Narradora: Hélène Tosquelles acababa de llegar a Saint- Alban, después de haber atravesado los Pirineos, sola con su primer hijo. SaintAlban fue uno de los pocos, sino el único hospital psiquiátrico en Francia donde la hambruna, este «exterminio silencioso» que mató más de 40.000 enfermos mentales durante la guerra, no hizo estragos. La cuestión de la supervivencia fue completamente didáctica. Los enfermos, las enfermeras mismas y hasta el contador o los médicos llevaban la lucha contra el hambre, salían del hospital, iban a casa de los campesinos a buscar mantequilla y nabos, a cambio de algunos trabajos.

F.T: Entonces pusimos a los enfermos en contacto con el exterior, no para hacer la guerra sino el mercado negro. Organizamos exposiciones de champiñones para enseñarles a recogerlos y después venderlos en el mercado negro. Había tarjetas de alimentación para tuberculosos, entonces inventamos un servicio de tuberculosos. Cuando un tipo comenzaba a tener edemas por el hambre, rápidamente le hacíamos un diagnóstico de tuberculosis. Existe todo un encadenamiento de cosas que hizo que, finalmente la guerra no hiciera más que llegar en un buen momento... y la Resistencia también.

Narradora: Un asilo como muchos... En 1940, Saint-Alban es un lugar miserable, sucio y superpoblado. Los enfermos salen rara vez. Una veintena de guardianes y algunas hermanas se encargan de la vigilancia y la supervivencia.

Primera paradoja: es en el asilo vetusto de una región abandonada donde va a elaborarse la Psicoterapia institucional. La apuesta, considerada imposible, era curar a los psicóticos con los conceptos del psicoanálisis. Sin diván, sin contrato impuesto de palabra. Y allí donde se encuentran en cantidad, hospitales y otros lugares de separación y de segregación.

Segunda ruptura: el hospital segrega su propio síntoma, confina curadores y curados en la cronicidad. Es él a quien hay que tratar urgentemente. Derribar los muros, quitar los barrotes, suprimir las cerraduras. Esto no es suficiente. Hay que analizar, pero sobre todo combatir las jerarquías, las costumbres, los corporativismos.

«Nada se cae de maduro», todo es pretexto de reuniones. Cada uno debe ser consultado, cada uno puede decidir. No simple inquietud de democracia, sino conquista progresiva de la palabra, aprendizaje recíproco del respeto. Los enfermos deben tener injerencia sobre las condiciones de su estadía y los tratamientos, y tener derechos de expresión, de circulación, y de intercambios.

Tercer principio: la revolución permanente, el trabajo jamás se acaba, que transforma un establecimiento de cuidados en institución, un equipo curador en un colectivo. Es la elaboración constante de los medios materiales y sociales, condiciones conscientes e inconscientes de una psicoterapia. Y ésta no les corresponde solo a los médicos o los especialistas, sino a un agenciamiento complejo donde los enfermos mismos tienen un papel primordial.

F.T: El hombre es un tipo que va de un espacio al otro, que no puede quedarse todo el tiempo en el mismo espacio. Es decir que el hombre es todos los días un peregrino, un tipo que va de un lugar a otro. Entonces lo importante, es este trayecto.

El Club era un lugar en el cual la gente que se encontraba en diferentes sectores del hospital, podía encontrarse y establecer relaciones con lo desconocido, lo inhabitual, lo sorprendente a veces. A partir de aquel momento, su discurso y sus acciones no quedaban fijas por la vida interna de su servicio ¡lo importante es liberarse de la opresión caracterológica, fatal del jefe del servicio!, es por eso que, como se dice en La Borde, hay una libertad de circulación, de ir de un lado a otro. Sin este vagabundeo, es Oury, ¡ah no! fue Gentis el que proclamó una vez el derecho al vagabundeo, cuando hablábamos de los Derechos del hombre, y el primer derecho del hombre es el derecho al vagabundeo. Y bien el Club era un lugar donde los vagabundos podían encontrarse, el lugar de puesta en práctica de la teorización del vagabundeo, del estallido y de la reconstrucción, deconstrucción-reconstrucción.

Lo primero es separarse de alguna parte para ir a otro lado, diferenciarse y encontrar a los otros, las otras cosas, elementos... Es un asunto autogestionario, para hablar cierto lenguaje. Nos ejercitamos en la autogestión, en su práctica. Por ejemplo, una de las historias importantes en Saint Alban era la redacción del periódico, el lugar de psicoterapia colectiva más importante en Saint-Alban, era el diario. Se llamaba “Trait d’Union”.

Alguien en una asamblea: ¿Tiene usted, este poema que le ofrecí? Voy a leerlo, si quiere. La Victoria de Samotracia. Es por esto que se dijo que yo estaba loco.

Hiende el azul. Viéndola, es difícil de creer que haya salido de la mano de los hombres.

No porque el hombre no sea capaz de ser admirable, pero –y no sé de dónde me viene esta certeza–,
hay en ella algo que sobrepasa la obra del hombre.

Un trazo, una línea, una luz que sale de ella, retorna
y la irradia.

No es creada, ella crea.

Nadie querría decir que la montaña Sainte-Victoire, donde Cézanne paseó su admirable mirada,
sea su obra.

Pero La Victoria de Samotracia, ella, pudo salir sólo de la mano de los Dioses.


F.T: El arte bruto es la producción espontánea de los enfermos. La mayoría de las veces, es algo que hicieron solos. Además, cuando yo llegué a Saint-Alban, Forestier, al que todo el mundo conoce, ya lo había inventado. En aquella época, en Saint-Alban, aun cuando había muros, había puertas, una adelante y otra atrás, esas puertas, al menos una vez por mes o por semana, se abrían completamente. Y Forestier, que hacía sus barcos, sus pequeños soldaditos, ponía un muestrario sobre el camino, y la gente de Lôzère, al pasar, le cambiaba sus obras por un paquete de cigarrillos o por algunos céntimos le compraba el arte bruto. Este arte era importante hacerlo con la condición de convertirlo en mercancía. En lo que se llamó, sin razón, la «socialización», hay que saber sobrepasar el exhibicionismo para encontrar al otro. No está tan mal exhibirse. Hoy estoy en tren de exhibirme; estoy contento, porque esto me permite encontrarlos.

Voz en off: No tengo a nadie en el mundo. Estoy solo. Posiblemente estoy un poco loco, si se quiere. Pero verdaderamente me pregunto si existen los locos, si hay enfermos mentales por todas partes. No creo. Ellos quizás están olvidados por el mundo, abandonados por todo el mundo.

F.T: ¡Cuando se pasea por el mundo, lo que cuenta no es la cabeza, sino los pies! Hay que saber dónde se pone los pies. Son los pies los grandes lectores del libro del mundo, de la geografía. ¡La marcha no es con la cabeza! ¡Hay que saber donde se ponen los pies! Los pies son el lugar del que provendrá el tono. Es por eso que lo primero que hace toda madre es hacer cosquillas en los pies. Se trata de tenerse en pie, de hacer una distribución del tono que permite ir a alguna parte. ¡Pero es con los pies que vas, no con la cabeza!

Narradora: De la experiencia de Saint-Alban, podríamos retener la impresión de que la vida privada de los curadores debe fundirse con su vida profesional. ¿Acaso la psicoterapia institucional prescribe vivir con los locos?

F.T: ¿Sabes? Es como las historias de amor. Hay actos de amor donde basta una vez y muy rápida para que queden para toda la vida. Hay que vivir, pero no es por quedarse en el hospital psiquiátrico día y noche, que se vive con los enfermos. Yo vivo todo el tiempo con ellos, los habito, me habitan. Mis primeros enfermos están todavía vivos en mí, entonces me habitan y los habito. Pero es verdad que el mejor modo de vivir con ellos, es posiblemente poder separarse. En Saint-Alban, sin ningún medicamento contra la agitación, no había un solo enfermo agitado en 1950, porque nos ocupábamos en red. Desgraciadamente, entre 1950 y 1960, descubrieron lo que se llama tranquilizantes, o algo así. A partir de aquel momento, los psiquiatras dijeron: “¡Qué bueno! No es necesario preocuparse más de la relación, del narcisismo, del erotismo”, de la redecilla. “Es suficiente con dar la píldora”. Y los médicos cayeron todos en esa trampa, de muy buena gana. Estaban contentos, decían: «Ahora, gracias a que todo el mundo está tranquilo, podremos relacionarnos con la “persona” del enfermo y podremos hablar como en la escuela: “¡vaya a la derecha, vaya a la izquierda, vaya arriba!”... En fin, como hace el pastor, a bastonazos.

Narradora: Después de Saint-Alban, la psicoterapia institucional encontró cabida en numerosos establecimientos públicos o privados. De esos diversos hogares de cura y de investigación, principalmente centrados en el tratamiento de las psicosis, la clínica de La Borde, con Jean Oury y Félix Guattari, es sin duda alguna, para Tosquelles, el lugar que mejor siguió su camino.

F.T: Es curioso pero, en Francia, me volví un francés ilustre, Caballero de la Salud Pública no sé qué... Y en mi casa, en España, allí donde se me hubiese matado, realmente, me volví un Hijo ilustre. Francés, pero Hijo ilustre de Reus. Los mismos tipos que me hubiesen matado me condecoraron. Si fuese a instalarme allá, me darían bastonazos. Jamás pretendí regresar a hacer psiquiatría. Si tuve alguna eficacia, fue porque soy extranjero-catalán. Ya dije que era necesario ser siempre extranjero. Ahora, soy extranjero en Cataluña. Y es por eso que soy eficaz.

Tengo mucha más pena de la pérdida de SaintAlban que de Cataluña o de España. Mis padres fueron enterrados en Saint-Alban. No soy partidario de honrar o de erigir tumbas... Pero la destrucción del cementerio de SaintAlban y la desaparición de los cadáveres vivos de mi padre, de mi madre y de mi tía, me hace daño al corazón. Sin embargo, esto me permite suponer perfectamente que se pueda hablar de Saint-Alban y de la Terapéutica institucional como si yo no hubiera existido.

“Soñábamos, hasta 1914 más o menos, con el efecto saludable de la toma de conciencia. Decíamos que hacía falta que el sujeto pudiera devenir consciente de sus problemas inconscientes, desconocidos por él mismo. Tan pronto como la verdad tan conocida fuese formulada, el sufrimiento del hombre en cuestión desaparecería. Ya antes de 1930, Freud se desencantó al respecto, y yo también, si tuviera algo que profetizar, tendría en cuenta que el proletariado pudiera quedar conectado al inconsciente y no a la toma de conciencia”

Francesc Tosquelles.




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